Gracias a esonuestras deudas fueron saldadas y nuestras culpas limpiadas, Dios nos entregó a su Hijo para que todo aquel que crea en Él no muera, más bien alcance la Vida Eterna.
Cada uno de nosotros representa un grano de trigo sembrado en esta tierra, con la misión de rendir frutos y para lo cual debemos sacrificarnos, pero ¿Cómo?
- Renunciando a la tentación y alejándonos del pecado.
- Renunciando a las cosas de este mundo, a las posesiones materiales.
- Sacrificarse el padre por sus hijos.
- Abrir un espacio en nuestra vida para Dios.
- Cumplir con lo que Dios nos pide.
- Enfrentar toda prueba y declarar toda victoria en nombre de Jesús.
Es tiempo de escuchar, mirar, contemplar a Jesús, acoger sus palabras y recordar sus enseñanzas.
Mateo 11: 1-10.
Isaías 50: 4-7.
Filipenses 2: 6-11.
Marcos 15: 1-39.
Salmo 21: 8-9, 17-18a, 19-20, 23-24. Dios mío, Diós mío, ¿Por aué me has abandonado?