Existen hombres y mujeres que desde siempre han estado acostumbrados a creer lo que ven únicamente, sólo en las apariencias, pero el Señor ve el corazón. Así como Él, todos tenemos que aprender a ver más allá de lo superficial, conocer la diferencia entre la luz y las tinieblas, entre unos ojos que quieren ver y unos corazones que se empeñan en no ver, entre mirar y juzgar según los ojos de la carne y ver desde el corazón, así, andar por el camino recto y difícil del bien, en lugar del cómodo camino de la mentira.
Cristo es Luz Resplandeciente que espera a que abramos nuestro corazón para ser recibida; para eso es necesario que aprendamos a ver con el corazón, dejar a un lado las apariencias y los juicios, lo externo, y ver la bondad o maldad de la persona, la sinceridad, honradez, generosidad y necesidad, a través de nuestro propio corazón.
Para Cristo, lo más valioso en una persona es su corazón, y un corazón humilde y generoso jamás le será despreciable; por lo tanto, debemos evitar el comportamiento orgulloso y soberbio, dejar de ser ciegos de espíritu, despojarnos de la venda en los ojos y contemplar al Señor sobre todo aquello de lo que nuestros ojos alcancen a ver, de esta manera evitaremos rechazar la Luz de Cristo y nuestras vidas se llenarán con ese resplandor.
Dejemos de preocuparnos de nuestros problemas, aceptemos y tomemos cada situación como una manera de acercarse cada vez más al Señor. El amor es la respuesta más acertada ante nuestros sufrimientos.
La Ceguera del Corazón nos lleva a no querer ver o escuchar a aquello a lo que debemos prestar nuestra atención; simplemente nos aparta de Dios, pero Dios no se aleja de nosotros, pues nos conoce y siente nuestros corazones y sabe cuáles son nuestras necesidades y angustias que afrontamos.
Es así como el Señor nos enseña a confiar más en los Sentidos del Corazón que en los Sentidos de la Carne, pues aquellos que con su corazón puedan leer el corazón del prójimo, podrá ver la luz del Señor reflejada en cada ser que crea en Él.
Jesús es la fuente de agua que mana hasta la Vida Eterna, la Luz del Mundo, resurrección y vida para todo aquel y aquella que crea en su palabra. El Señor es nuestro pastor, nada nos faltará [Salmo 23], Él ha de poner barro sobre nuestros ojos para lavarnos, y así poder verlo y creer en Él.
Pidamos al Señor que llene nuestros corazones y limpie nuestros ojos.
Señor, hazme sair de la oscurodad, limpia mis ojos y permíteme ver tu resplandor, Amén.
Samuel 16: 1,6-7, 10-13
Efesios 5: 8-14
Juan 9: 1-41