San Pedro Claver, presbítero de la Compañía de Jesús, que en Nueva Cartagena, ciudad de Colombia, durante más de cuarenta años consumió su vida con admirable abnegación y eximia caridad para con los esclavos negros, bautizando con su propia mano a casi trescientos mil de ellos (1654). Nació en Verdú, España, el 26 de Junio de 1580, y murió en Cartagena, Colombia, el 8 de Septiembre de 1654. Fue beatificado el 16 de Julio de 1850 por Pío IX y canonizado el 15 de Enero de 1888 por León XIII junto con Alfonso Rodriguez.
Pedro Claver y Juana Corberó, campesinos catalanes, tuvieron
seis hijos, pero solo sobrevivieron Juan, el mayor, y los dos mas pequeños,
Pedro e Isabel. El padre apenas podía firmar su nombre, pero era un hombre
trabajador y buen cristiano. La infancia de Pedro quedó oculta para la historia
como la de tantos santos, incluso la de Nuestro Señor. Trabajaba en el campo
con su familia.
Pedro se graduó de la Universidad de Barcelona. A los 19
años decide ser Jesuita e ingresa en Tarragona. Mientras estudiaba filosofía en
Mallorca en 1605 se encuentra con San Alonso Rodriguez, portero del colegio.
Fue providencial. San Alonso recibió por inspiración de Dios conocimiento de la
futura misión del joven Pedro y desde entonces no paró de animarlo a ir a
evangelizar lo territorios españoles en América.
Pedro creyó en esta inspiración y con gran fe y el
beneplácito de sus superiores se embarcó hacia la Nueva Granada en 1610. Debía
estudiar su teología en Santa Fe de Bogotá. Allí estuvo dos años, uno en Tunja
y luego es enviado a Cartagena, en lo que hoy es la costa de Colombia. En
Cartagena es ordenado sacerdote el 20 de Marzo de 1616.
Al llegar a América, Pedro encontró la terrible injusticia de la esclavitud institucionalizada que había comenzado ya desde el segundo viaje de Colón el 12 de Enero de 1510, cuando el rey mandó a emplear negros como esclavos. Se trata de una tragedia que envolvió a unos 14 millones de infelices seres humanos. Un millón de ellos pasaron por Cartagena. Los esclavos venían en su mayoría de Guinea, del Congo y de Angola. Los jefes de algunas tribus de esas tierras vendían a sus súbditos y sus prisioneros. En América los usaban en todo tipo de trabajo forzado: agricultura, minas, construcción.
Cartagena por ser lugar estratégico en la ruta de las flotas españolas se convirtió en el principal centro del comercio de esclavos en el Nuevo Mundo. Mil esclavos desembarcaban cada mes. Aunque se murieran la mitad en la trayectoria marítima, el negocio dejaba grandes ganancias. Por eso, las repetidas censuras del papa no lograron parar este vergonzoso mercado humano.
Pedro no podía cambiar el sistema. Pero si había mucho que
se podía hacer con la gracia de Dios. Pero hacía falta tener mucha fe y mucho
amor. Pedro supo dar la talla. En la escuela del gran misionero, el padre
Alfonso Sandoval, Pedro escribió: "Ego Petrus Claver, etiopum semper
servus" (yo Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre". Así
fue. San Pedro no se limitó a quejarse de las injusticias o a lamentarse de los
tiempos en que vivía. Supo ser santo en aquella situación y dejarse usar por
Jesucristo plenamente para su obra de misericordia. En Cartagena durante
cuarenta años de intensa labor misionera se convirtió en apóstol de los
esclavos negros. Entre tantos cristianos acomodados a los tiempos, el supo ser
luz y sal, supo hacer constar para la historia lo que es posible para Dios en
un alma que tiene fe.
A pesar de su timidez la cual tuvo que vencer, se convirtió en un organizador ingenioso y valiente. Cada mes cuando se anunciaba la llegada del barco esclavista, el padre Claver salía a visitarlos llevándoles comida. Los negros se encontraban abarrotados en la parte inferior del barco en condiciones inhumanas. Llegaban en muy malas condiciones, víctimas de la brutalidad del trato, la mala alimentación, del sufrimiento y del miedo. Claver atendía a cada uno y los cuidaba con exquisita amabilidad. Así les hacia ver que el era su defensor y padre.
Los esclavos hablaban diferentes dialectos y era difícil
comunicarse con ellos. Para hacer frente a esta dificultad, el padre Claver
organizó un grupo de intérpretes de varias nacionalidades, los instruyó
haciéndolos catequistas.
Mientras los esclavos estaban retenidos en Cartagena en
espera de ser comprados y llevados a diversos lugares, el padre Claver los
instruía y los bautizaba. Los reunía, se preocupaba por sus necesidades y los
defendía de sus opresores. Esta labor de amor le causó grandes pruebas. Los
esclavistas no eran sus únicos enemigos. El santo fue acusado de ser indiscreto
por su celo por los esclavos y de haber profanado los Sacramentos al dárselos a
criaturas que a penas tienen alma. Las mujeres de sociedad de Cartagena
rehusaban entrar en las iglesias donde el padre Claver reunía a sus negros.
Sus superiores con frecuencia se dejaron llevar por las
presiones que exigían se corrigiesen los excesos del padre Claver. Este sin
embargo pudo continuar su obra entre muchas humillaciones y obstáculos. Hacia
además penitencias rigurosas. Carecía de la comprensión y el apoyo de los
hombres pero tenia una fuerza dada por Dios.
Muchos, aun entre los que se sentían molestos con la caridad
del padre Claver, sabían que hacia la obra de Dios siendo un gran profeta del
amor evangélico que no tiene fronteras ni color. Era conocido en toda Nueva
Granada por sus milagros. Llegó a catequizar y bautizar a mas de 300,000
negros.
En la mañana del 9 de Septiembre de 1654, después de haber contemplado a Jesús y a la Santísima Virgen, con gran paz se fue al cielo.
Fue beatificado el 16 de Julio de 1850 por Pío IX y canonizado el 15 de Enero de 1888 por León XIII junto con Alfonso Rodriguez.
El 7 de Julio de 1896 fue proclamado patrón especial de
todas las misiones católicas entre los negros.
El papa Juan Pablo II rezó ante los restos mortales de San
Pedro Claver en la Iglesia de los Jesuitas en Cartagena el 6 de Julio de 1986
Oración
Oh Dios, que, con el fin de llevar el Evangelio a los esclavos negros, has dotado a San Pedro Claver de admirable amor y paciencia, concédenos, por su intercesión y ejemplo, que, superadas todas las discriminaciones raciales, amemos a todos los hombres con sincero corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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