domingo, 27 de abril de 2014

Creer en Jesús Resucitado

El Evangelio de Juan habla de 2 apariciones de Jesús Resucitado, ambas sucedidas en Domingo: La primera vez fue al anochecer del día de Resurrección, Jesús se presentó diciendo La Paz esté con ustedes, como el Padre me ha enviado, así los envío yo; reciban al Espíritu Santo, a los que les perdonen pecados, les quedarán perdonados; a los que no se les perdonen, les quedarán sin perdón [Juan 20: 19-23]

Estas palabras las dijo a sus Apóstoles señalándoles que, al pronunciar ellos la palabra del perdón hacia el pecador arrepentido, Él ratificaría este mismo perdón en el Cielo, pues anteriormente Jesús ya habíales mencionado que lo que aten en la Tierra quedará atado en el Cielo, lo que desaten en la Tierra quedará desatado en el Cielo [Mateo 18: 18].

Sin embargo, Tomás, uno de los 12, no estuvo presente y al recibir la noticia no creyó y respondió "Si no veo en sus manos alguna señal de los clavos, si no siento las heridas de sus manos y del costado, no creeré" [Juan 20: 25].

La segunda aparición fue 8 días después; estando Tomás presente, Jesús les dijo "La Paz esté con Ustedes" y volteando a Tomás mencionó "Mis manos aquí están, acerca tu dedo, mete tu mano en mi costado, y cree". Tomás respondió "Señor mío y Dios mío", finalizando Jesús "Tú crees pues me has visto. Dichosos los que creen sin haber visto" [Juan 20: 26-29].

De esta misma manera, Jesús se aparece ante cada uno de nosotros, en cada momento de nuestra vida, para que creamos que Él está aquí, resucitado; sin embargo su presencia pasa inadvertida ante la costumbre de creer sólo lo que podemos ver a través de nuestros ojos de la carne, mas debemos aprender a ver a través de los ojos del espíritu y buscar el rostro de nuestro Señor, pues auqnue nuestros ojos sean ciegos, nuestra alma puede percibir esa Luz Espiritual que emana del rostro del Señor.

Salmo 118 (117); 1-4, 13-24 La misericordia del Señor es eterna, Aleluya.
Hechos 2; 42-47.
I Pedro 1; 3-9.
Juan 20; 19-31.

domingo, 20 de abril de 2014

El triunfo del Señor

Celebremos hoy el amor de Dios que nos ha entregado por medio de su hijo, ha vencido a la muerte y resucitó. Resucitemos nosotros también en Vida Nueva, renunciemos a todo aquello que nos hace mal o nos deja caer en pecado, aprendamos a Morir Espiritualmente para renacer hacia una Vida Nueva, aceptando la Voluntad del Señor.

Jesús nos invita a caminar por el Desierto para llegar al Oasis que hay al final, el desierto es el tiempo de preparación para llegar a la Resurrección, un tiempo oración, de preparación para hacer el bien, para buscar la Gracia de Dios e invitara otros a que también la encuentren, para remover la piedra del sepulcro y salir de la oscuridad que nos encierra hacia la luz de una vida nueva.

Sigamos por el camino de la purificación, démonos oportunidad de pasar un tiempo con quien no lo hacemos, pasar de la sombra a la luz de nuestra vida, del pecado a la paz, en resumen, busquemos siempre un momento para hacer el bien.

¿Por qué Dios escogió esa muerte donde existió la traición y el dolor?

Dios a nadie quiere dejar sin misericordia, con su ejemplo nos enseña a aceptar nuestro destino con su presencia. Recordemos estas palabras: Padre, libérame de este trago amargo, pero haágase tu voluntad, no la mía [Lucas 22: 42].

Jesús con su muerte equilibró los pecados cometidos por todos los hombres, dio su vida y por la Gracia de Dios resucitó, renunció a él mismo para permitirnos vivir, heredando una enseñanza: Para ser felices y hacer felices a otros, a veces debemos morir a algo.

Morir a algo nos acerca a Dios, esto es Resurrección, morir para renacer en una Vida Nueva; ¿Cuántas veces renunciar a algo permite que otros vivan?

La resurrección es experimentar algo nuevo, abrir los ojos y levantarse para empezar de nuevo.

Caminemos por la Gracia del Espíritu para comenzar una Vida Nueva.

Señor, ilumina mi camino y déjame llegar hasta ti. Amén.

Hechos 10: 34, 37-43.
Colosenses 3: 1-4.
Juan: 20: 1-9.
1 Corintios 5: 7-8.
Salmo 117.

domingo, 13 de abril de 2014

El Regalo de Dios

Jesús es el Regalo que Dios le dio a su pueblo, pues trajo Salvación a nuestras vidas, el perdón a los pecadores y sanación a los enfermos, nos entregó su vida y pagó el precio más valioso que es su Sangre.

A nosotros, su pueblo, nos toca recordar el momento de la fe y la historia de Jesús, seguir dándole el lugar que le corresponde en nuestro presente y estar siempre en disposición de entender qué espera de nosotros.

Confiar en Él es poner nuestros problemas en sus manos, buscar su rostro y ofrecer nuestra vida.

Recordemos que el Señor nos ayuda, por eso nunca estaremos confundidos.

Señor, estamos en tus manos, somos tu pueblo y confiamos en ti. Amén.

Mateo 26: 14, 27, 66.
Isaías 50: 4-7.
Filipenses: 2: 6-11.

domingo, 6 de abril de 2014

Resurrección

La resurrección de Jesús es la clave de nuestra fe, es la Promesa de Vida, pues si Él no hubiera resucitado [Corintios 15:13] nuestra fe sería en vano y nuestra vida llena de penas.

Muchos han partido a la casa del Señor, mas su presencia en nuestras vidas es vigente, es la manifestación de la fe.

Al partir un ser, debemos escuchar a Jesús, retirar la piedra que no nos deja ver y que trae oscuridad, para dejar entrar la luz de la Gloria de Dios, establecer amistad con Él, pues solamente Él tiene capacidad de dar o restaurar vida.

Al decir Creo en la Resurrección de los Muertos muchas veces no comprendemos qué decimos, tenemos la sensación de vivir sin esperanza, aferrados a las cosas materiales, pues vivimos sumidos en problemas y pruebas que nos agobian, somo heridos de muerte, siendo las heridas más fuertes las del corazón; pero sólo Cristo puede sanarnos, sacarnos del sepulcro, poner fin a nuestra vida mortecina, a nuestros lamentos y todas las dudas, pues Él es la Resurrección y la Vida.

Aunque seamos muertos por el peso de nuestras culpas, podemos decir Señor, yo creo que Tú eres el Mesías, hijo de Dios, y creer no que hemos de resucitar, sino que ya hemos resucitado, y seremos por el Señor testigos y defensores de la vida.

La Resurrección es la participación en la vida de Jesús resucitado, una Vida Nueva, gratificante, plena.

Creer en Jesucristo significa darnos cuenta de los Pecados, aceptar nuestras culpas, nuestra débil condición, alejarnos de todo lo que nos conduce a pecar y de todo lo que no nos permite acercarnos a Él.

Escuchar la Palabra de Dios y expresarla en la oración, dar gracias, hacer su voluntad, creer en la resurrección de los muertos, ver con nuestra fe que la Resurrección de Cristo es el triunfo definitivo sobre la muerte y paso a la vida plena y eterna.

Jesús es la fuente de agua que mana hasta la Vida Eterna, es la Luz del Mundo, Resurrección y vida para todo aquel que crea en Él.

Juan 11: 25 Yo soy la Resurrección y la Vida, quien en mí crea, aunque muera, vivirá.
Juan 11: 26 El que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.

Esequiel 37: 12-14
Romanos 8: 8-11
Juan 11: 1-45
Salmo 129