En
alguna ocasión tuve la oportunidad de participar en la organización y
realización de una Asamblea de Oración dedicada a la vida de María Santísima,
misma que le pusimos el título de Theotokos.
En esta asamblea de Oración hicimos un repaso de la Vida de María, desde su Predestinación hasta su título como reina del Cielo y la Asunción. Empleando citas bíblicas, consultas en el Catecismo de la Iglesia Católica y frases mencionadas por algunos personajes, entre ellos Santos, en torno a María, así como el empleo de otras fuentes de páginas católicas. Complementando con algunas reflexiones, oraciones y cantos marianos.
Todo fue organizado en 18 momentos o estaciones, que aparecen a continuación.
En esta asamblea de Oración hicimos un repaso de la Vida de María, desde su Predestinación hasta su título como reina del Cielo y la Asunción. Empleando citas bíblicas, consultas en el Catecismo de la Iglesia Católica y frases mencionadas por algunos personajes, entre ellos Santos, en torno a María, así como el empleo de otras fuentes de páginas católicas. Complementando con algunas reflexiones, oraciones y cantos marianos.
Todo fue organizado en 18 momentos o estaciones, que aparecen a continuación.
- La Predestinación de María.
- La anunciación del Ángel.
- La encarnación del Hijo de Dios.
- La visitación a Santa Isabel.
- La Natividad de Jesús.
- Adoración al Niño Dios.
- La presentación del Niño y la purificación de María.
- Las palabras de Simeón
- La Mujer y el Dragón.
- La protección de San José
- El Niño en el templo
- María, Madre de Jesús.
- La Intercesión
- El dolor en el Camino de la Cruz
- La Agonía en la Cruz
- La resurrección
- María en Pentecostés.
- La asunción y la coronación de María.
THEOTOKOS (Asamblea de Oración)
1. La Predestinación de María
Hija de Joaquín y Ana, María no lo sabía, pero Dios la había apartado para ser la Madre del Redentor. Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; a los que de antemano conoció también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre muchos hermanos, y a los que predestinó, a esos también los llamó, y a los que llamó, a ésos también los justificó, a esos que justificó, a ésos también los glorificó [Romanos 8, 28-30].
Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: ¡Alégrate, llena de gracia! ¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador.
¡Oh felices entrañas de Joaquín, de las que provino una descendencia absolutamente sin mancha! ¡Oh seno glorioso de Ana, en el que poco a poco fue creciendo y desarrollándose una niña completamente pura, y, después que estuvo formada, fue dada a luz! Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres" (San Juan Damasceno).
¡Oh! Virgen de la Purísima Concepción, Madre del Verbo Divino, Danos tu bendición y guíanos por buen Camino. Amén.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
Señora Santa Ana.
2. La
Anunciación del Ángel
Llegó el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo [San Lucas 1, 28].” “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra [San Lucas 1, 38].” Y así, el Hijo de Dios, por el Sí de María, desciende del Cielo y por obra y gracia del Espíritu Santo asume Naturaleza Humana. Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" (LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia". En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.
La anunciación a María inaugura la Plenitud de los Tiempos.
Señor, así como María supo acoger el anuncio del ángel, permite que yo sepa escuchar y aceptar lo que hoy quieres decirme en mi oración, porque mi anhelo es que la verdad de tu Evangelio impregne mi modo de ver, pensar y de actuar. Jesús, permite que siempre diga un SÍ alegre y confiado, a lo que Tú quieras pedirme.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
La Anunciación.
Quiero decir que Sí.
Llegó el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo [San Lucas 1, 28].” “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra [San Lucas 1, 38].” Y así, el Hijo de Dios, por el Sí de María, desciende del Cielo y por obra y gracia del Espíritu Santo asume Naturaleza Humana. Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" (LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia". En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.
La anunciación a María inaugura la Plenitud de los Tiempos.
Señor, así como María supo acoger el anuncio del ángel, permite que yo sepa escuchar y aceptar lo que hoy quieres decirme en mi oración, porque mi anhelo es que la verdad de tu Evangelio impregne mi modo de ver, pensar y de actuar. Jesús, permite que siempre diga un SÍ alegre y confiado, a lo que Tú quieras pedirme.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
La Anunciación.
Quiero decir que Sí.
3. La
Encarnación del Hijo de Dios
"Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel que significa Dios con Nosotros[Isaías 7, 14]."El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad [San Juan 1, 14].”
Acontecimiento grandioso para la humanidad que Dios se haga Hombre, que el mortal se haga inmortal, al pronunciar el Fiat de la Anunciación y dar su consentimiento al misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es Madre allí donde Él es Salvador y Cabeza del Cuerpo Místico [CIC 973].
La Encarnación es la demostración por excelencia del Amor de Dios hacia los hombres, pues la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hace partícipe de la naturaleza humana en unidad de persona.
Oh Virgen de la Encarnación, mil veces te saludamos, mil parabienes te damos por el gusto que tuviste cuando Dios en ti encarnó, pues eres tan poderosa oh Virgen y Madre de Dios, concédeme lo que te pido por amor de Dios, por amor de Dios.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
Theotokos.
"Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel que significa Dios con Nosotros[Isaías 7, 14]."El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad [San Juan 1, 14].”
Acontecimiento grandioso para la humanidad que Dios se haga Hombre, que el mortal se haga inmortal, al pronunciar el Fiat de la Anunciación y dar su consentimiento al misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es Madre allí donde Él es Salvador y Cabeza del Cuerpo Místico [CIC 973].
La Encarnación es la demostración por excelencia del Amor de Dios hacia los hombres, pues la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hace partícipe de la naturaleza humana en unidad de persona.
Oh Virgen de la Encarnación, mil veces te saludamos, mil parabienes te damos por el gusto que tuviste cuando Dios en ti encarnó, pues eres tan poderosa oh Virgen y Madre de Dios, concédeme lo que te pido por amor de Dios, por amor de Dios.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
Theotokos.
4. La
Visitación a Santa Isabel
"En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! [San Lucas 1, 39-45]."
El evangelio de San Lucas nos narra un momento muy especian, en el que el Espíritu Santo revela a santa Isabel en el instante de reconocer en María a la Madre de su Señor. Estas dos mujeres viven y comparten el mayor misterio que pueda Dios comunicar a los hombres, y lo hacen con una naturalidad sorprendente. Por su parte, María, la llena de gracia, no sólo no se queda ociosa en su casa. Ser Madre de Dios no desdice un ápice de su condición de mujer humilde, de modo que va en ayuda de su prima. Isabel, por su parte, de edad avanzada, inspirada por el Espíritu, una gran verdad: la felicidad está en el creer al Señor. Cuando alguien se profesa cristiano, su fe y su vida; lo que cree y cómo lo vive, son dos esferas que están íntimamente unidas. Porque cuando se cree de verdad se empieza a gustar las delicias con que Dios regala a las almas que le buscan con sinceridad. Vivir hoy con la resolución de servir, por amor, a las personas con las que convivo, ése debe ser nuestro propósito.
María, gracias por enseñarme a entregar mi voluntad a Dios, a no querer cumplir todos mis deseos, por muy importantes que me puedan parecer, a saber dejar todo en manos de nuestro Padre y Señor. Quiero imitar tu bondad y disposición para ayudar a los demás. Intercede por mí para que sepa imitar esas virtudes que más agradan a tu Hijo, nuestro Señor.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
Magnificat (Jésed).
Magnificat (Hermana Glenda).
"En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! [San Lucas 1, 39-45]."
El evangelio de San Lucas nos narra un momento muy especian, en el que el Espíritu Santo revela a santa Isabel en el instante de reconocer en María a la Madre de su Señor. Estas dos mujeres viven y comparten el mayor misterio que pueda Dios comunicar a los hombres, y lo hacen con una naturalidad sorprendente. Por su parte, María, la llena de gracia, no sólo no se queda ociosa en su casa. Ser Madre de Dios no desdice un ápice de su condición de mujer humilde, de modo que va en ayuda de su prima. Isabel, por su parte, de edad avanzada, inspirada por el Espíritu, una gran verdad: la felicidad está en el creer al Señor. Cuando alguien se profesa cristiano, su fe y su vida; lo que cree y cómo lo vive, son dos esferas que están íntimamente unidas. Porque cuando se cree de verdad se empieza a gustar las delicias con que Dios regala a las almas que le buscan con sinceridad. Vivir hoy con la resolución de servir, por amor, a las personas con las que convivo, ése debe ser nuestro propósito.
María, gracias por enseñarme a entregar mi voluntad a Dios, a no querer cumplir todos mis deseos, por muy importantes que me puedan parecer, a saber dejar todo en manos de nuestro Padre y Señor. Quiero imitar tu bondad y disposición para ayudar a los demás. Intercede por mí para que sepa imitar esas virtudes que más agradan a tu Hijo, nuestro Señor.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
Magnificat (Jésed).
Magnificat (Hermana Glenda).
5. La
Natividad de Jesús
“Mientras estaban en Belén, a María le llegó el momento del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa [San Lucas 2, 6-7].”
Lo que la Iglesia Católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo [CIC 487].
La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la "Primera Alianza, todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida [CIC 522].
"Hacerse niño" con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino; para eso es necesario abajarse, hacerse pequeño; más todavía: es necesario nacer de lo alto, nacer de Dios para hacerse hijos de Dios. El misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo toma forma en nosotros. Navidad es el misterio de este admirable intercambio [CIC 526].
"¡Oh admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de la Virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad" (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona de I y II Vísperas: Liturgia de las Horas).
A Ti, Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
¿Cómo no Amarte?
“Mientras estaban en Belén, a María le llegó el momento del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa [San Lucas 2, 6-7].”
Lo que la Iglesia Católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo [CIC 487].
La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la "Primera Alianza, todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida [CIC 522].
"Hacerse niño" con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino; para eso es necesario abajarse, hacerse pequeño; más todavía: es necesario nacer de lo alto, nacer de Dios para hacerse hijos de Dios. El misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo toma forma en nosotros. Navidad es el misterio de este admirable intercambio [CIC 526].
"¡Oh admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de la Virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad" (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona de I y II Vísperas: Liturgia de las Horas).
A Ti, Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
¿Cómo no Amarte?
6. La
Adoración al Niño Dios
"Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al niño acostado en el pesebre [Lucas 2, 16]."
"Y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo» [Mateo 2, 2]."
"Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra [Mateo 2, 10]."
Los pastores y los Magos son muy distintos entre ellos, pero tienen algo en común: el cielo. Los pastores de Belén corrieron a ver a Jesús no porque fueran particularmente buenos, sino porque velaban en la noche y, alzando los ojos al cielo, vieron una señal, escucharon su mensaje y lo siguieron. Los Magos escrutaron el cielo, vieron una nueva estrella, interpretaron la señal y se pusieron en camino.
Así, los pastores y los Magos nos enseñan que para encontrar a Jesús es necesario saber alzar la mirada al cielo, no replegarse sobre sí mismo, sino tener el corazón y la mente abiertos al horizonte de Dios, que siempre nos sorprende, saber acoger sus mensajes y responder con prontitud y generosidad.
El Papa Francisco manifestó que para todos hay un gran consuelo al ver la estrella, es decir, en el sentirse guiados y no abandonados a nuestro destino. La estrella es el Evangelio, la Palabra del Señor. Esta luz nos guía hacia Cristo. ¡Sin la escucha del Evangelio no es posible encontrarlo!
"Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al niño acostado en el pesebre [Lucas 2, 16]."
"Y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo» [Mateo 2, 2]."
"Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra [Mateo 2, 10]."
Los pastores y los Magos son muy distintos entre ellos, pero tienen algo en común: el cielo. Los pastores de Belén corrieron a ver a Jesús no porque fueran particularmente buenos, sino porque velaban en la noche y, alzando los ojos al cielo, vieron una señal, escucharon su mensaje y lo siguieron. Los Magos escrutaron el cielo, vieron una nueva estrella, interpretaron la señal y se pusieron en camino.
Así, los pastores y los Magos nos enseñan que para encontrar a Jesús es necesario saber alzar la mirada al cielo, no replegarse sobre sí mismo, sino tener el corazón y la mente abiertos al horizonte de Dios, que siempre nos sorprende, saber acoger sus mensajes y responder con prontitud y generosidad.
El Papa Francisco manifestó que para todos hay un gran consuelo al ver la estrella, es decir, en el sentirse guiados y no abandonados a nuestro destino. La estrella es el Evangelio, la Palabra del Señor. Esta luz nos guía hacia Cristo. ¡Sin la escucha del Evangelio no es posible encontrarlo!
Hoy la
Virgen da a luz al Transcendente. Y la tierra ofrece una cueva al Inaccesible.
Los ángeles y los pastores le alaban. Los magos caminan con la estrella: Porque
ha nacido por nosotros, Niño pequeñito el Dios eterno (San Romano Melodo).
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
Reyes son.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
Reyes son.
7. La
Presentación del Niño y la Purificación de María.
"Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, tal como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor [San Lucas 2, 22-23].”
En tiempo de Jesús, la ley prescribía en el Levítico que toda mujer debía presentarse en el templo para purificarse a los cuarenta días que hubiese dado a luz. Si el hijo nacido era varón, debía ser circuncidado a los ocho días y la madre debería permanecer en su casa durante treinta y tres días más, purificándose a través del recogimiento y la oración.
Ya que se cumpliera la fecha, acudía en compañía de su esposo a las puertas del templo para llevar una ofrenda: un cordero y una paloma o tórtola. Con respecto al niño, todo primogénito debía ser consagrado al Señor, en recuerdo de los primogénitos de Egipto que había salvado Dios. Lo mismo pasaba con los animales primogénitos.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
Quién pudiera ser como Tú, María.
Mirarte a ti.
"Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, tal como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor [San Lucas 2, 22-23].”
En tiempo de Jesús, la ley prescribía en el Levítico que toda mujer debía presentarse en el templo para purificarse a los cuarenta días que hubiese dado a luz. Si el hijo nacido era varón, debía ser circuncidado a los ocho días y la madre debería permanecer en su casa durante treinta y tres días más, purificándose a través del recogimiento y la oración.
Ya que se cumpliera la fecha, acudía en compañía de su esposo a las puertas del templo para llevar una ofrenda: un cordero y una paloma o tórtola. Con respecto al niño, todo primogénito debía ser consagrado al Señor, en recuerdo de los primogénitos de Egipto que había salvado Dios. Lo mismo pasaba con los animales primogénitos.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
Quién pudiera ser como Tú, María.
Mirarte a ti.
8. Las
Palabras de Simeón
"Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: Mira, este niño traerá a la gente de Israel ya sea caída o resurrección. Será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres [San Lucas 2, 34-35].”
Al entrar al templo, el anciano Simeón, movido por el Espíritu Santo, tomó en brazos a Jesús y lo bendijo diciendo que Él sería la luz que iluminaría a los gentiles. Después, le dijo a María que una espada atravesaría su alma, profetizando los sufrimientos que tendría que afrontar. Simeón, que hasta ese momento se había dirigido a todos los presentes, bendiciendo en particular a José y María, ahora predice sólo a la Virgen que participará en el destino de su Hijo.
A partir de la profecía de Simeón, María une de modo intenso y misterioso su vida a la misión dolorosa de Cristo: se convertirá en la fiel cooperadora de su Hijo para la salvación del género humano.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
María y Simeón.
"Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: Mira, este niño traerá a la gente de Israel ya sea caída o resurrección. Será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres [San Lucas 2, 34-35].”
Al entrar al templo, el anciano Simeón, movido por el Espíritu Santo, tomó en brazos a Jesús y lo bendijo diciendo que Él sería la luz que iluminaría a los gentiles. Después, le dijo a María que una espada atravesaría su alma, profetizando los sufrimientos que tendría que afrontar. Simeón, que hasta ese momento se había dirigido a todos los presentes, bendiciendo en particular a José y María, ahora predice sólo a la Virgen que participará en el destino de su Hijo.
A partir de la profecía de Simeón, María une de modo intenso y misterioso su vida a la misión dolorosa de Cristo: se convertirá en la fiel cooperadora de su Hijo para la salvación del género humano.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
María y Simeón.
9. La
Mujer y el Dragón
"Una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol, la luna bajo los pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. Estaba embarazada y gritaba de dolor en el trance del parto. Apareció una señal en el cielo: un dragón enorme, con siete cabezas y diez cuernos y siete turbantes en las cabezas. Con la cola arrastraba la tercera parte de los astros del cielo y los arrojaba a la tierra. El dragón estaba frente a la mujer en parto, dispuesto a devorar a la criatura en cuanto naciera. Dio a luz un hijo varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro. El hijo fue arrebatado hacia Dios y hacia su trono. La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios. Se declaró la guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón y lo derrotaron [Apocalipsis 12.1-7]."
Esta mujer, perseguida por el dragón, el demonio, las fuerzas del mal, y huye al desierto en donde Dios la protege, es el contratipo de Eva. Por Eva entró el mal y por la nueva mujer, la Virgen, el bien. En efecto, la hostilidad de las fuerzas del mal es una oposición encubierta que, antes de afectar a los discípulos de Jesús, va contra su Madre. Para salvar la vida del Hijo de cuantos lo temen como una amenaza peligrosa, María debe huir con José y el Niño a Egipto.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
La Mujer y el Dragón.
10. La
Protección de San José
"Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo. José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto [Mateo 2, 13-14]."
Dios acaba de llegar al mundo, y el mundo organiza su persecución. ¡Así están de ciegos los hombres! José no discute con el ángel: cree y se levanta. Es un viaje en el que jamás había pensado: ¿Egipto? Es una durísima tarea, pues no conoce el camino, ni el idioma, ni las costumbres de los egipcios. ¿Egipto, en donde no conocemos a nadie? ¿No serán muchos los riesgos para el niño por ser un país extraño? Y hay que ganarse la vida, abrirse camino, sin tener amigos. El silencioso José tampoco en esta ocasión abre su boca, aunque aquella orden revoluciona su vida y sus consuelos.
“Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño. Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel [San Lucas 2, 19-21]."
Oh san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos.
Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, Te tribute mi agradecimiento y homenaje.
Oh san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús adormecido en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro.
"Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo. José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto [Mateo 2, 13-14]."
Dios acaba de llegar al mundo, y el mundo organiza su persecución. ¡Así están de ciegos los hombres! José no discute con el ángel: cree y se levanta. Es un viaje en el que jamás había pensado: ¿Egipto? Es una durísima tarea, pues no conoce el camino, ni el idioma, ni las costumbres de los egipcios. ¿Egipto, en donde no conocemos a nadie? ¿No serán muchos los riesgos para el niño por ser un país extraño? Y hay que ganarse la vida, abrirse camino, sin tener amigos. El silencioso José tampoco en esta ocasión abre su boca, aunque aquella orden revoluciona su vida y sus consuelos.
“Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño. Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel [San Lucas 2, 19-21]."
Oh san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos.
Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, Te tribute mi agradecimiento y homenaje.
Oh san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús adormecido en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro.
¡San
José, patrono de las almas que parten, ruega por mi! Amén.
Cantos:
Silencio de Amor.
Oh Amable San José.
Cantos:
Silencio de Amor.
Oh Amable San José.
11. El Niño
en el templo.
"Cuando Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser. Al terminar los días de la fiesta regresaron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. Como no lo encontraran, volvieron a Jerusalén en su búsqueda. Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos.» El les contestó: «¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?» [Lucas 2, 42-49]"
Es exordio de la disputa y de la enseñanza de Cristo resalta a los 12 años para demostrar que es necesario poner en los jóvenes los gérmenes de la sabiduría divina, para que aclaren desde sus primeras edades el sendero de su destino inmortal (San Ambrosio).
Con esta pregunta, Jesús no ofende a sus Padres que angustiados lo buscaban, más bien demuestra, a esta corta edad, lo que Él debe al Padre, del que trae su origen eterno, y los invita a elevarse en la consideración de cosas superiores.
La lengua esparce tesoros de sabiduría y muestra la divinidad la edad juvenil ofrece aspecto humano, por lo cual los hebreos, que oyen las cosas altas y ven las íntimas, se sienten turbados ante tan eventual admiración.
Nosotros no sentimos temor o desconcierto, porque bien sabemos que, por la profecía, en ese Niño, que venía a nosotros, se escondía el Dios fuerte.
Ellos no lo comprendieron, no entendieron que Jesús hablaba de su gloriosa Divinidad, y proclama los derechos soberanos del Padre que está en los Cielos (San Beda).
Busquemos siempre al Señor, en todo momento y en todo lugar.
Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, vénganos tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a quien nos ofende, no nos dejes caer en tentación, líbranos del mal. Amén.
Canto:
Jesús perdido y hallado en el templo.
"Cuando Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser. Al terminar los días de la fiesta regresaron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. Como no lo encontraran, volvieron a Jerusalén en su búsqueda. Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos.» El les contestó: «¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?» [Lucas 2, 42-49]"
Es exordio de la disputa y de la enseñanza de Cristo resalta a los 12 años para demostrar que es necesario poner en los jóvenes los gérmenes de la sabiduría divina, para que aclaren desde sus primeras edades el sendero de su destino inmortal (San Ambrosio).
Con esta pregunta, Jesús no ofende a sus Padres que angustiados lo buscaban, más bien demuestra, a esta corta edad, lo que Él debe al Padre, del que trae su origen eterno, y los invita a elevarse en la consideración de cosas superiores.
La lengua esparce tesoros de sabiduría y muestra la divinidad la edad juvenil ofrece aspecto humano, por lo cual los hebreos, que oyen las cosas altas y ven las íntimas, se sienten turbados ante tan eventual admiración.
Nosotros no sentimos temor o desconcierto, porque bien sabemos que, por la profecía, en ese Niño, que venía a nosotros, se escondía el Dios fuerte.
Ellos no lo comprendieron, no entendieron que Jesús hablaba de su gloriosa Divinidad, y proclama los derechos soberanos del Padre que está en los Cielos (San Beda).
Busquemos siempre al Señor, en todo momento y en todo lugar.
Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, vénganos tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a quien nos ofende, no nos dejes caer en tentación, líbranos del mal. Amén.
Canto:
Jesús perdido y hallado en el templo.
12. María,
madre de Jesús.
"Jesús regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los hombres. [Lucas 2, 51]"
Esa tranquila y filial sumisión duró hasta que Jesús cumplió los 30 años. Desde muy joven, Jesús se adaptó y dedicó, con toda obediencia y humildad, a los varios trabajos manuales, porque María y José eran pobres, por lo que debían proveerse con el trabajo lo necesario para la vida (San Basilio).
Jesús, obedeciendo en todo a María y a José, se sujetó al fatigoso oficio y consagró el humilde trabajo y el taller. Él, creador con el Padre y regidor del mundo (San Beda).
No sólo es madre la mujer que da a luz un niño, sino también la que lo cría y lo educa; más aún, podemos muy bien decir que la misión de educar es según el plan divino, una prolongación natural de la procreación. María es Theotokos no sólo porque engendró y dio a luz al Hijo de Dios, sino también porque lo acompañó en su crecimiento humano.
Crezcamos así también nosotros en la Sabiduría de Dios en la gracia, con la Meditación y el ejercicio de la Virtud.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
María, de Jesús.
"Jesús regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los hombres. [Lucas 2, 51]"
Esa tranquila y filial sumisión duró hasta que Jesús cumplió los 30 años. Desde muy joven, Jesús se adaptó y dedicó, con toda obediencia y humildad, a los varios trabajos manuales, porque María y José eran pobres, por lo que debían proveerse con el trabajo lo necesario para la vida (San Basilio).
Jesús, obedeciendo en todo a María y a José, se sujetó al fatigoso oficio y consagró el humilde trabajo y el taller. Él, creador con el Padre y regidor del mundo (San Beda).
No sólo es madre la mujer que da a luz un niño, sino también la que lo cría y lo educa; más aún, podemos muy bien decir que la misión de educar es según el plan divino, una prolongación natural de la procreación. María es Theotokos no sólo porque engendró y dio a luz al Hijo de Dios, sino también porque lo acompañó en su crecimiento humano.
Crezcamos así también nosotros en la Sabiduría de Dios en la gracia, con la Meditación y el ejercicio de la Virtud.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
María, de Jesús.
13. La
Intercesión
"Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús respondió: ¿Qué quieres de mí, Mujer? Aún no ha llegado mi hora. Y la Madre dijo a los sirvientes: Hagan lo que Él les diga [Juan 2, 5]."
Jesús le dijo a su Madre que aún no había llegado su hora, sin embargo, hizo lo que ella le pidió. Quiso complacer a su Madre para no contradecirla y parecer descortés, y hacerla avergonzar en presencia de tanta gente (San Jerónimo).
Había 6 tinajas de piedra que se usaban en los ritos de purificación. Una vez que su madre intercedió por la falta de vino, Jesús pidió que se llenaran las tinajas de agua y después las llevaran al encargado del banquete. Esa agua se transformó en vino, Jesús hizo esta primera señal, manifestando su gloria, un milagro ocurrido gracias a la intercesión de maría, la Madre de Jesús.
¿Por qué la Virgen acudió a su Hijo?, ¿Qué esperaba que él hiciera?, ¿Por qué confió tanto en él? No lo sabemos, pero el hecho es que su intercesión provocó el primer milagro de Jesucristo "y sus discípulos creyeron en él". En este pasaje se revela que el poder es de él, la intercesión de Ella.
"Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús respondió: ¿Qué quieres de mí, Mujer? Aún no ha llegado mi hora. Y la Madre dijo a los sirvientes: Hagan lo que Él les diga [Juan 2, 5]."
Jesús le dijo a su Madre que aún no había llegado su hora, sin embargo, hizo lo que ella le pidió. Quiso complacer a su Madre para no contradecirla y parecer descortés, y hacerla avergonzar en presencia de tanta gente (San Jerónimo).
Había 6 tinajas de piedra que se usaban en los ritos de purificación. Una vez que su madre intercedió por la falta de vino, Jesús pidió que se llenaran las tinajas de agua y después las llevaran al encargado del banquete. Esa agua se transformó en vino, Jesús hizo esta primera señal, manifestando su gloria, un milagro ocurrido gracias a la intercesión de maría, la Madre de Jesús.
¿Por qué la Virgen acudió a su Hijo?, ¿Qué esperaba que él hiciera?, ¿Por qué confió tanto en él? No lo sabemos, pero el hecho es que su intercesión provocó el primer milagro de Jesucristo "y sus discípulos creyeron en él". En este pasaje se revela que el poder es de él, la intercesión de Ella.
María
intercedió ante Dios Hijo por los hombres, si María intercedió aquí en la
tierra, con mayor razón lo hará ahora al estar plenamente unida a Dios, pues
dice el Apóstol San Pablo que el amor nunca pasará. Si por amor María
intercedió aquí, ahora allá lo podrá hacer mucho más [1 Corintios 13, 8].
Honremos a la Santísima Virgen María, nuestra querida madre, y ella será nuestra piadosa auxiliadora.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
Se les acabó el vino.
La Dama de Azul.
María, mírame.
Honremos a la Santísima Virgen María, nuestra querida madre, y ella será nuestra piadosa auxiliadora.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
Se les acabó el vino.
La Dama de Azul.
María, mírame.
14. El
dolor en el Camino de la Cruz
"La
gente gritó: «¡Crucifícalo!» [Marcos 15, 13]"
"Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos» [Mateo 27, 25]."
"Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él [Lucas 23, 27]."
Jesús es juzgado, azotado y condenado a muerte, abandonado en manos de los judíos. No puede haber mayor dolor para una madre que el ver sufrir a su Hijo, a aquel que llevó dentro de su cuerpo, a aquel que crió, a aquel que educó. Difícil es imaginar la angustia que invadió a María al saber que su hijo es condenado a Morir.
“Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, más bien, lloren por ustedes y sus hijos” decía Jesús mientras arrastraba su pesada cruz. Entre las mujeres que lloraban, estaba Verónica, la que, según la antigua tradición, limpió el rostro a Jesús. La misma tradición narra que también María, madre de Jesús, la Virgen Santísima, acompañada de San Juan, se encontró con su hijo en la Vía Dolorosa.
El encuentro de María con Jesús resulta un en martirio sin palabras para ambos. En las desgracias de los seres queridos el amor multiplica el dolor y a su vez, el dolor agranda el amor. Los Corazones de Jesús y de María dialogan en el más sublime de los silencios. En sus miradas hay un relampagueo de vida y de muerte, un brillo singular de amor y de dolor.
Su compañía y su consuelo son silentes y escondidos; desde un rincón de la calle, Ella camina presenciando todo el dolor de su hijo. María, desde su lugar, vive la pasión de su amado hijo dándole la fuerza y la gracia de su amor, aquel que sólo una Madre amorosa puede dar.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
La fe de María.
El diario de María.
Guardabas en tu corazón.
"Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos» [Mateo 27, 25]."
"Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él [Lucas 23, 27]."
Jesús es juzgado, azotado y condenado a muerte, abandonado en manos de los judíos. No puede haber mayor dolor para una madre que el ver sufrir a su Hijo, a aquel que llevó dentro de su cuerpo, a aquel que crió, a aquel que educó. Difícil es imaginar la angustia que invadió a María al saber que su hijo es condenado a Morir.
“Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, más bien, lloren por ustedes y sus hijos” decía Jesús mientras arrastraba su pesada cruz. Entre las mujeres que lloraban, estaba Verónica, la que, según la antigua tradición, limpió el rostro a Jesús. La misma tradición narra que también María, madre de Jesús, la Virgen Santísima, acompañada de San Juan, se encontró con su hijo en la Vía Dolorosa.
El encuentro de María con Jesús resulta un en martirio sin palabras para ambos. En las desgracias de los seres queridos el amor multiplica el dolor y a su vez, el dolor agranda el amor. Los Corazones de Jesús y de María dialogan en el más sublime de los silencios. En sus miradas hay un relampagueo de vida y de muerte, un brillo singular de amor y de dolor.
Su compañía y su consuelo son silentes y escondidos; desde un rincón de la calle, Ella camina presenciando todo el dolor de su hijo. María, desde su lugar, vive la pasión de su amado hijo dándole la fuerza y la gracia de su amor, aquel que sólo una Madre amorosa puede dar.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
La fe de María.
El diario de María.
Guardabas en tu corazón.
15. La
Agonía en la Cruz
"Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre y la hermana de su madre, María esposa de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y junto a Ella al discípulo a quien amaba, dice a su Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu Madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. [ Juan 19, 25-27]”.
María, la madre dolorosa, la corredentora, que por su amor inmenso hacia Jesús, padeció la agonía de su hijo, y así, consumida de dolor, inmersa en el cáliz de la sangre redentora de su hijo, comparte plenamente el sacrificio salvífico de Jesús. ¡y todo por amor a nosotros!
Cuando Jesús muere, María lo mira y ya no encuentra en su rostro expresión alguna, es su Corazón, atravesado por siete espadas, el que sufre. Después, de los brazos de la Cruz, Jesús descendió a los brazos de su Madre. Está todavía en pie la Reina de los Mártires y Madre de Dios, sosteniendo en sus brazos la víctima divina, es el último toque del Señor para movernos al dolor. Ella llora y nosotros seguimos impasibles. Ella sufre, y nosotros nos volvemos a las bochornosas delicias del pecado. Ella en luto y soledad y nosotros siempre de cara a la frivolidad.
Sepamos consolar a María en su triste soledad, con nuestra entrega a Dios, remachada a golpes del sacrificio y de amor de correspondencia, apreciemos el Amor de Madre que Sólo ella nos puede ofrecer.
¡Qué honor, qué dicha y qué don inestimable otorga Jesús, desde la Cruz, a su amado discípulo, y, en él, a todos nosotros! En la eucaristía se nos había dado a sí mismo, ahora nos deja también a su madre, María, la toda hermosa, toda llena de Gracia… Ámala, escúchala, asístela; asimismo recurre a ella e invócala en todas tus necesidades. ¡Es tu Madre! (Cornelio A. Lapide).
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
El discípulo amado.
Ella es María.
María, Madre del dolor.
"Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre y la hermana de su madre, María esposa de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y junto a Ella al discípulo a quien amaba, dice a su Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu Madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. [ Juan 19, 25-27]”.
María, la madre dolorosa, la corredentora, que por su amor inmenso hacia Jesús, padeció la agonía de su hijo, y así, consumida de dolor, inmersa en el cáliz de la sangre redentora de su hijo, comparte plenamente el sacrificio salvífico de Jesús. ¡y todo por amor a nosotros!
Cuando Jesús muere, María lo mira y ya no encuentra en su rostro expresión alguna, es su Corazón, atravesado por siete espadas, el que sufre. Después, de los brazos de la Cruz, Jesús descendió a los brazos de su Madre. Está todavía en pie la Reina de los Mártires y Madre de Dios, sosteniendo en sus brazos la víctima divina, es el último toque del Señor para movernos al dolor. Ella llora y nosotros seguimos impasibles. Ella sufre, y nosotros nos volvemos a las bochornosas delicias del pecado. Ella en luto y soledad y nosotros siempre de cara a la frivolidad.
Sepamos consolar a María en su triste soledad, con nuestra entrega a Dios, remachada a golpes del sacrificio y de amor de correspondencia, apreciemos el Amor de Madre que Sólo ella nos puede ofrecer.
¡Qué honor, qué dicha y qué don inestimable otorga Jesús, desde la Cruz, a su amado discípulo, y, en él, a todos nosotros! En la eucaristía se nos había dado a sí mismo, ahora nos deja también a su madre, María, la toda hermosa, toda llena de Gracia… Ámala, escúchala, asístela; asimismo recurre a ella e invócala en todas tus necesidades. ¡Es tu Madre! (Cornelio A. Lapide).
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
El discípulo amado.
Ella es María.
María, Madre del dolor.
16. La
Resurrección
"Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». [Juan 16, 1-7]"
María es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso de la Resurrección. La espera que vive la Madre del Señor el Sábado Santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas. Más aún, es legítimo pensar que probablemente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro, ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús?
"Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». [Juan 16, 1-7]"
María es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso de la Resurrección. La espera que vive la Madre del Señor el Sábado Santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas. Más aún, es legítimo pensar que probablemente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro, ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús?
Esta
deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos
de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales
permanecieron fieles al pie de la cruz y, por tanto, más firmes en la fe. El
carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su
perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, preceden su
participación particularísima en el misterio de la Resurrección.
La Virgen santísima, presente en el Calvario durante el Viernes Santo y en el cenáculo en Pentecostés, también debió ser testigo privilegiada de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo resucitado, es también signo y anticipación de la humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los muertos.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
Esperando con María.
María Alégrate.
María en la Resurrección.
Regina Coeli.
La Virgen santísima, presente en el Calvario durante el Viernes Santo y en el cenáculo en Pentecostés, también debió ser testigo privilegiada de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo resucitado, es también signo y anticipación de la humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los muertos.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Canto:
Esperando con María.
María Alégrate.
María en la Resurrección.
Regina Coeli.
17. María
en Pentecostés
"Entraron en la ciudad y subieron a la habitación superior de la casa donde se alojaban. Allí estaban Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelotes, y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. [Hechos 1, 13-14]"
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. [Hechos 2, 1]"
"Entraron en la ciudad y subieron a la habitación superior de la casa donde se alojaban. Allí estaban Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelotes, y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. [Hechos 1, 13-14]"
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. [Hechos 2, 1]"
La obra
y la acción de María no acaba en el Calvario. Los apóstoles formaban la primera
Iglesia, María era la madre de esa Iglesia. Ciertamente María no pertenece al
grupo de los Apóstoles, pues no ocupa un lugar jerárquico, pero es presencia
activa y animadora primera de la oración y la esperanza de la comunidad.
María era una mujer del espíritu. Su vida está jalonada de intervenciones del Espíritu Santo. El Espíritu Santo fue quien la cubrió con su sombra y obró en ella la Eucaristía del Hijo de Dios. El Espíritu Santo santificó a Juan Bautista en el seno de su madre Isabel, y maría e Isabel se llenaron de gozo en el Espíritu. El espíritu revelo al anciano Simeón la misión de su Hijo Jesús y profetizo a María la espada de dolor. Por tanto, toda la vida de María se desarrolla en la fuerza del espíritu.
Al recibir una vez más María al Espíritu Santo en Pentecostés, recibe la fuerza para cumplir la misión que de ahora en adelante tiene en la historia de la salvación: María, Madre de la Iglesia. Todo su amor y todos sus desvelos son ahora para los apóstoles y discípulos de su Hijo, para su Iglesia que es la continuación de la obra de Jesús.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
Inmaculada y Bendita.
En torno a María.
María ven.
La esclava del Señor.
María era una mujer del espíritu. Su vida está jalonada de intervenciones del Espíritu Santo. El Espíritu Santo fue quien la cubrió con su sombra y obró en ella la Eucaristía del Hijo de Dios. El Espíritu Santo santificó a Juan Bautista en el seno de su madre Isabel, y maría e Isabel se llenaron de gozo en el Espíritu. El espíritu revelo al anciano Simeón la misión de su Hijo Jesús y profetizo a María la espada de dolor. Por tanto, toda la vida de María se desarrolla en la fuerza del espíritu.
Al recibir una vez más María al Espíritu Santo en Pentecostés, recibe la fuerza para cumplir la misión que de ahora en adelante tiene en la historia de la salvación: María, Madre de la Iglesia. Todo su amor y todos sus desvelos son ahora para los apóstoles y discípulos de su Hijo, para su Iglesia que es la continuación de la obra de Jesús.
Dios te Salve María, llena eres de Gracia, el Señor está contigo, Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Cantos:
Inmaculada y Bendita.
En torno a María.
María ven.
La esclava del Señor.
18. La
Asunción y la Coronación de María
"La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo."
Como católicos creemos firmemente en la Asunción de María. Es decir que fue llevada a la presencia de Dios en cuerpo y alma. Al final de su vida, la Virgen María pasó a la otra a través de un hecho que no puede llamarse muerte como la conocemos universalmente, para cumplir con estas palabras:
"Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor [1 Tesalonicenses 4,17].”
Una vez Asunta, María es coronada como Reina del Cielo, éste es un título que la honra por ser la Madre del Rey, el Señor Jesús. Cuando el ángel Gabriel anuncia a María que ella concebirá a Jesús, a su vez le hace conocer que El recibirá el trono de David, su padre, y que reinará sobre Jacob por los siglos sin fin [Lucas 1:30-33]; recordemos, además, que el Señor mismo le había prometido a David que su reino permanecería para siempre, que su trono se mantendría firme eternamente [2 Samuel 7, 16], y en el reino de David se consideraba por reina a la madre del rey. Así, al ser Jesús heredero del Trono de David y Rey del Universo, su Madre, María Santísima, es a su vez la Reina del Universo.
Dios te salve, reina y madre, madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te Salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. ¡Ea! Pues Señora y abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre ¡Oh! Clemente, ¡Oh! Piadosa, ¡Oh! Dulce siempre Virgen María, Santa Madre de Dios ruega por nosotros para que seamos dignos y merecedores de alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo, Amén.
Cantos:
La Asunción.
Porque te amo.
Salve Regina.
Reina del Cielo.
"La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo."
Como católicos creemos firmemente en la Asunción de María. Es decir que fue llevada a la presencia de Dios en cuerpo y alma. Al final de su vida, la Virgen María pasó a la otra a través de un hecho que no puede llamarse muerte como la conocemos universalmente, para cumplir con estas palabras:
"Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor [1 Tesalonicenses 4,17].”
Una vez Asunta, María es coronada como Reina del Cielo, éste es un título que la honra por ser la Madre del Rey, el Señor Jesús. Cuando el ángel Gabriel anuncia a María que ella concebirá a Jesús, a su vez le hace conocer que El recibirá el trono de David, su padre, y que reinará sobre Jacob por los siglos sin fin [Lucas 1:30-33]; recordemos, además, que el Señor mismo le había prometido a David que su reino permanecería para siempre, que su trono se mantendría firme eternamente [2 Samuel 7, 16], y en el reino de David se consideraba por reina a la madre del rey. Así, al ser Jesús heredero del Trono de David y Rey del Universo, su Madre, María Santísima, es a su vez la Reina del Universo.
Dios te salve, reina y madre, madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te Salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. ¡Ea! Pues Señora y abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre ¡Oh! Clemente, ¡Oh! Piadosa, ¡Oh! Dulce siempre Virgen María, Santa Madre de Dios ruega por nosotros para que seamos dignos y merecedores de alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo, Amén.
Cantos:
La Asunción.
Porque te amo.
Salve Regina.
Reina del Cielo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Eres católico? ¿Crees en Dios? Recuerda que éste es un espacio para la comunidad católica, si no eres católico o no crees en Dios por favor respeta las creencias de quienes amamos a Jesús y a María.