Religioso, cardenal, Patrón de las parturientas. En Cardona, de Cataluña, san Ramón Nonato, que fue uno de los primeros socios de san Pedro Nolasco en la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, y es tradición que, por el nombre de Cristo, sufrió mucho para la redención de los cautivos (c. 1240). Nació en los mismos comienzos del siglo XIII. Fue canonizado en 1657 por el Papa Alejandro VII.
Su nombre deja boquiabierto a quien lo oye o lo lee por primera vez. Nonnato -Nonato por más breve- sugiere a un santo sólo potencial; como si la palabra fuera un slogan publicitario que estuviera invitando a quien lo lee o escucha a que se decidiera a iniciar una programa que acabara con la santidad del guión preestablecido. De hecho, significa no-nacido. ¿Pretenderá decir el extraño nombre que, por no haber nacido todavía el santo que rellene el expediente completo de sus cualidades y virtudes, está como esperando la Iglesia a que haya uno que se decida de una vez a reproducirlas? Eso sería, lógicamente, confundir la santidad como algo que brota de la voluntad y decisión humana, cuando ella es en verdad el resultado de la acción del Espíritu Santo con quien se coopera libremente. Sería sencillamente pelagianismo.
El calificativo -que ha pasado ya a ser nombre- le viene a Ramón por el hecho
de haber sido sacado del claustro materno, por medio de una intervención
quirúrgica, cuando ya había muerto su madre. Por eso no nació como nacen
normalmente los niños, lo extrajeron. Fue en Portell, en Lérida, cuando se
iniciaba el siglo XIII.
La buena y alta situación de su padre le posibilitó crecer en buen ambiente y
formación, aunque sin el cariño y los cuidados de una madre. Cuentan de su
primera juventud la devoción especialísima a la santísima Virgen que le llevaba
con frecuencia a visitar la ermita de san Nicolás donde pasaba ratos mientras
sus rebaños pastaban. Luego su padre quiso irlo incorporando poco a poco a las
tareas de administración de sus posesiones y esa fue la razón por la que se le
encuentra en Barcelona en el intento de aprender letras y números. Allí tuvo
ocasión de trabar amistad con Pedro Nolasco -que por aquel entonces era
comerciante- y de compartir mutuamente los deseos de fidelidad a la fe
cristiana vivida con radicalidad, llegando incluso a considerar la posibilidad
de entrar en el estado clerical.
Como el padre disfruta de un gran sentido práctico, lo reincorpora al terruño
de Portell y le encarga la explotación de varias de sus fincas. Pero, sigue
diciendo la antigua crónica, que la misma Virgen María le comunica su deseo de
que ingrese en la recién fundada Orden de la Merced y allí está de nuevo en
Barcelona puesto a disposición completa en las manos de su antes amigo Pedro
Nolasco.
Noviciado, profesión, ordenación sacerdotal y ministerio en el hospital de
santa Eulalia se suceden con la normalidad propia de quien tiene prisa para
cumplir el cuarto voto mercedario consistente en redimir a los cautivos y
servir de rehén en su lugar si procede.
En el norte del continente negro predica, consuela, cura, fortalece, atiende y
transmite paciencia a los cautivos de los piratas berberiscos; comprende bien
su situación y se hace cargo de que están rodeados de todos los peligros para
su fe. Incluso él mismo tuvo que soportar cárcel y la tortura de que sellaran
sus labios por ocho meses con un candado para impedirle la predicación.
A su vuelta a España entre el clamor de las multitudes, lo nombra Cardenal de
la Iglesia el papa Gregorio IX, reconociendo sus méritos y virtud de la caridad
practicada de modo heroico; pero no le dio tiempo a llegar a Roma por morir,
antes de cumplir los cuarenta años, cuando se disponía a hacerlo.
Por el empeño de hacerse cargo de su cuerpo tanto los frailes mercedarios como
los nobles señores de Cardona, decidieron de común acuerdo darle sepultura allá
donde lo decidiera una mula ciega que lo llevó a lomos hasta que quiso pararse
ante la ermita de San Nicolás, de Portell.
Desaparecieron las reliquias, irrecuperables ya para la veneración, en el año
1936.
Lo que no ha sido relegado al olvido por sus paisanos es la figura del santo y
su acción caritativa. Esa devoción secular que se refleja incluso en las
fiestas y en el folclore. No digamos nada sobre la devoción que le profesan
todas las parturientas que lo tienen como especial patrón para su trance.
Se divulgó por el mundo la pintura que lo muestra con la Custodia en la mano
derecha expresando así la fuente de su caridad con los hombres.
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