Narración
de la Aparición
Sucedió
este gran acontecimiento en una meseta montañosa al sudeste de Francia, cerca
del poblado de La Salette. Un niño llamado Maximino Giraud, de once años, y Melanie
Mathieu, de quince años, estaban cuidando el ganado. Melanie estaba
acostumbrada y entrenada a este tipo de trabajo desde que tenía nueve años de
edad, en cambio, para Maximino todo era nuevo. Su padre le había pedido que lo
hiciera como un acto generoso para cooperar con el granjero que tenía a su
ayudante enfermo por esos días.
Un día de otoño de 1846, durante mediados de septiembre,
un granjero de Ablandins llamado Pierre Selme estaba en la búsqueda de alguien
que cuide su ganado, ya que el pastor de su hacienda estaba enfermo. Descendió
a la villa de Corps y buscó a su amigo el Carretero Giraud, el padre de Maximino Giraud. “Préstame a
tu hijo por unos días”, le dijo; "¿Menim un pastor?, él es demasiado
distraído para eso", contestó el papá de Maximino. Discutieron un rato, y
finalmente llegaron a un acuerdo, de tal modo que el 14 de septiembre Maximino
llegó a Ablandins.
El día
18 de septiembre de 1846, víspera de la Aparición de la Santísima Virgen,
Melanie estaba sola como siempre cuidando el ganado de mi amo; alrededor de las
once de la mañana vio a un niño (Maximino Giraud) que se aproximaba. El niño se
acercó y le dijo: "Hey niña, voy a ir contigo, soy de Corps". A estas
palabras Melanie se mostró en desacuerdo y le dijo: "No quiero a nadie a
mi alrededor. Quiero estar sola". Pero él, siguiéndola, dijo: "Mi amo
me envió aquí para que contigo cuidara el ganado. Vengo de Corps". Melanie
se apartó de él molesta, dándole a entender que no quería a nadie alrededor.
Cuando el niño estaba ya a cierta distancia se sentó en la hierba. Usualmente
de esta forma hablaba a las florecitas o al Buen Dios.
Después
de un momento, detrás de ella estaba Maximino sentado y directamente le dijo: "Déjame estar contigo, me portaré muy bien". Aún en contra de su
voluntad y sintiendo un poco de lástima por Maximino le permitió quedarse. Al
oír la campana de la Salette para el Ángelus, Melanie le indicó al niño elevar
su alma a Dios. Él se quitó el sombrero y se mantuvo en silencio por un
momento. Luego comieron y jugaron juntos. Cuando cayó la tarde bajaron de la
montaña y prometieron regresar al día siguiente para llevar al ganado
nuevamente.
Al día
siguiente, sábado, 19 de septiembre, de 1846, el día estaba muy caluroso y los
dos jovencitos acordaron comer su almuerzo en un lugar sombreado. Melanie había
descubierto que Maximino era muy buen niño, simple y dispuesto a hablar de lo
que ella deseara. Era muy flexible y juguetón, pero si un poco curioso.
Llevaron el ganado a una pequeña quebrada y encontrando un lugar agradable
decidieron tomar una siesta. Ambos durmieron profundamente. Melanie fue la
primera en despertar. El ganado no estaba a su vista, entonces rápidamente
llamó a Maximino. Juntos fueron en su búsqueda por los alrededores y lo
encontraron pastando plácidamente.
Los dos
jóvenes volvían en la búsqueda de sus utensilios donde habían llevado su
almuerzo y cerca de la quebrada en donde habían hecho la siesta divisaron un
globo luminoso que parecía dividirse. Melanie pregunta a Maximino si él ve lo
que ella está viendo. "¡Oh Dios mío!", exclamó Melanie dejando caer
la vara que llevaba. Algo fantásticamente inconcebible la inundaba en ese momento
y se sintió atraída, con un profundo respeto, llena de amor y el corazón
latiéndole más rápidamente. Vieron a una Señora que estaba sentada en una
enorme piedra. Tenía el rostro entre sus manos y lloraba amargamente. Melanie y
Maximino estaban atemorizados, pero la Señora, poniéndose lentamente de pie,
cruzando suavemente sus brazos, les llamó hacía ella y les dijo que no tuvieran
miedo. Agregó que tenía grandes e importantes nuevas que comunicarles. Sus
suaves y dulces palabras hicieron que los jóvenes se acercaran apresuradamente.
Melanie cuenta que su corazón deseaba en ese momento adherirse al de la bella
Señora.
La
Señora era alta y de apariencia majestuosa. Tenía un vestido blanco con un
delantal ceñido a la cintura, no se podría decir que era de color dorado pues
estaba hecho de una tela no material, más brillante que muchos soles. Sobre sus
hombros lucía un precioso chal blanco con rosas de diferentes colores en los
bordes. Sus zapatos blancos tenían el mismo tipo de rosas. De su cuello colgaba
una cadena con un crucifijo. Sobre la barra del crucifijo colgaban de un lado
el martillo y del otro las tenazas. De su cabeza una corona de rosas irradiaba
rayos luminosos, como una diadema. De sus preciosos ojos salían lágrimas que
rodaban sobre sus mejillas. Una luz más brillante que el Sol pero distinta a
éste le rodeaba.
Le dijo
a los jovencitos que la mano de su Hijo era tan fuerte y pesada que ya no
podría sostenerla, a menos que la gente hiciera penitencia y obedeciera las leyes
de Dios. Si no, tendrían mucho que sufrir. "La gente no observa el Día del
Señor, continúan trabajando sin parar los Domingos. Tan solo unas mujeres
mayores van a Misa en el verano. Y en el invierno cuando no tienen más que
hacer van a la iglesia para burlarse de la religión. El tiempo de Cuaresma es
ignorado. Los hombres no pueden jurar sin tomar el Nombre de Dios en vano. La
desobediencia y el pasar por alto los mandamientos de Dios son las cosas que
hacen que la mano de mi Hijo sea más pesada".
Ella
continuó conversando y les predijo una terrible hambruna y escasez. Dijo que la
cosecha de patatas se había echado a perder por esas mismas razones el año
anterior. Cuando los hombres encontraron las patatas podridas, juraron y
blasfemaron contra el nombre de Dios aún más. Les dijo que ese mismo año la
cosecha volvería a echarse a perder y que el maíz y el trigo se volverían polvo
al golpearlo, las nueces se estropearían, las uvas se pudrirían. Después, la
Señora comunica a cada joven un secreto que no debían revelar a nadie, excepto
al Santo Padre, en una petición especial que el mismo les haría.
La
Señora agregó que si el pueblo se convirtiera, las piedras y las rocas se
convertirían en trigo y las patatas se encontrarían sembradas en la tierra. Entonces
preguntó a los jovencitos: "¿Hacéis bien vuestras oraciones, hijos
míos?" Respondieron los dos: ¡Oh! no, Señora; no muy bien."
"¡Ay,
hijos míos! Hay que hacerlas bien por la noche y por la mañana. Cuando no
podáis hacer más, rezad un Padrenuestro y un Avemaría; y cuando tengáis tiempo
y podáis, rezad más."
Con su
voz maternal y solícita les termina diciendo: "Pues bien, hijos míos,
decid esto a todo mi pueblo". Luego continuó andando hasta el lugar en que
habían subido para ver donde estaban las vacas. Sus pies se deslizan, no tocan
más que la punta de la hierba sin doblarla. Una vez en la colina, la hermosa
Señora se detuvo. Melanie y Maximino corren hacia ella apresuradamente para ver
a donde se dirige. La Señora se eleva despacio, permanece unos minutos a unos
metros de altura (aprox. 3-5 m.).
Mira al
cielo, a su derecha (¿hacia Roma?), a su izquierda (¿Francia?), a los ojos de
los niños, y se confunde con el globo de luz que la envuelve. Este sube hasta
desaparecer en el firmamento.
Al principio
solo algunos creían lo que los jóvenes decían haber visto y oído. Los
campesinos que habían contratado a los jóvenes estaban sorprendidos que, siendo
estos tan ignorantes, fueran capaces de transmitir y relacionar tan complicado
mensaje tanto en francés, el cual no entendían bien, como en patuá en el cual
describían exactamente lo que decían.
A la
mañana siguiente Melanie y Maximino fueron llevados a ver al párroco. Era un
sacerdote de edad avanzada, muy generoso y respetado. Al interrogar a los jóvenes,
escuchó todo el relato, ante el cual quedó muy sorprendido y realmente pensó
que ellos decían la verdad. En la Misa del domingo siguiente habló de la visita
de la Señora y su petición. Cuando llegó a oídos del obispo que el párroco
había hablado sobre la aparición desde el púlpito, éste fue reprendido y
reemplazado por otro sacerdote. Esto no es sorprendente ya que la Iglesia es
muy prudente en no hacer juicios apresurados sobre apariciones.
Melanie
y Maximino eran constantemente interrogados tanto por los curiosos como por los
devotos. Ellos simplemente contaban la misma historia, repitiéndola una y otra
vez. A los que estaban interesados en subir la montaña, les señalaban el lugar
exacto donde la Señora se había aparecido. En varias ocasiones fueron
amenazados de ser arrestados si no negaban lo que continuaban diciendo. Sin
ningún temor y vacilación reportaban a todos los mensajes que la Señora había
dado.
Surgió
una fuente cerca del lugar donde la Señora se había aparecido y el agua corría
colina abajo. Muchos milagros empezaron a ocurrir. Las terribles calamidades
que fueron anunciadas se empezaron a cumplir. La terrible hambruna de patatas
de 1846 se difundió, especialmente en Irlanda donde muchos murieron. La escasez
de trigo y maíz fue tan severa que más de un millón de personas en Europa
murieron de hambre. Una enfermedad afectó las uvas en toda Francia.
Probablemente el castigo hubiera sido peor de no haber sido por los que
acataron el mensaje de La Salette. Muchos comenzaron a ir a misa. Las tiendas
fueron cerradas los domingos y la gente cesó de hacer trabajos innecesarios el
día del Señor. Las malas palabras y las blasfemias fueron disminuyendo.
Las
profecías sobre el deterioro de las cosechas y la hambruna se cumplieron
La
Virgen dijo que habría un castigo, y que las uvas se marchitarán. Yo fui a
estudiar qué había sucedido con las uvas en Francia después de 1846. Después de
las apariciones, hizo su aparición un hongo parásito que agrede a la uva,
esparciendo el oidio, una enfermedad de la vid nunca vista en Francia hasta
entonces. Cuando desapareció, se manifestó enseguida la filoxera, un piojo
microscópico que destruyó la mitad de las viñas de todo el país. Se encontró un
remedio para la filoxera, pero apareció inmediatamente la peronospera, una
enfermedad desconocida en Europa, y originaria de América. Las pocas vides que
habían logrado salir sanas y salvas de los flagelos precedentes, fueron
destruidas por el nuevo mal. He investigado también en los archivos y en las
bibliotecas francesas: en Francia no existe una sola especie de vid anterior a
1847. Todas las que existían murieron. Una terrible predicción que se cumplió
totalmente.
Aprobación
eclesiástica
El
Obispo de la Salette encargó a dos teólogos la investigación de la aparición y
de todas las curaciones registradas. Durante cinco años se hicieron las más
minuciosas investigaciones. En toda Francia, en aproximadamente ochenta
diferentes lugares, los obispos encargaron canónigos que investigasen las
curaciones milagrosas a través de las oraciones a Nuestra Señora de la Salette
y del agua de la fuente. Cientos de milagrosos favores fueron registrados.
El
Santo Padre, Pío IX, aprobó la devoción a Nuestra Señora de la Salette. Pidió a
los jóvenes que le fuera enviado el relato de los secretos por escrito. Tiempo
después dirá el Santo Padre: "Estos son los secretos de la Salette, si el
mundo no se arrepiente, perecerá".
Proclama
de milagros
Mellon Joli,
Arzobispo de Sens, Obispo de Auxerre, Primado de las Galias y de Germania.
"Visto el informe de la Comisión nombrada por Nos el 24 de enero de 1848
para una investigación jurídica sobre una curación extraordinaria ocurrida en
Avallon el 12 de noviembre de 1847 en la persona de Antoinette Bollenat después
de una novena a la Stma. Virgen; invocada con el nombre de Ntra. Sra. De La
Salette; vistos los interrogatorios a los testigos y médicos... habiendo pedido
el parecer de mi Consejo, invocado el santo nombre de Dios, declaramos para la
gloria de Dios, la glorificación de la Stma. Virgen y la edificación de los
fieles, que dicha curación presenta todas las condiciones y caracteres de
milagrosa" -4 de Marzo de 1849.
Luis
Rossat, Obispo de Verdún. "Declaramos cierto e incontestable el hecho de
la curación instantánea y mantenida desde el 1 de abril de 1849 hasta el día de
hoy, en la persona de Martin, alumno de nuestro Seminario Mayor, según la
relación que ordenamos hacer, muy difícil de explicar por solas las fuerzas
naturales; y Nos ha sorprendido que los alumnos de nuestro Seminario
unánimemente lo hayan atribuido a la intervención sobrenatural de la Stma.
Virgen". La relación citada, firmada por el superior del Seminario, el
ecónomo y tres profesores, afirma que M. Martin es un edificante clérigo menor,
de entera confianza. Durante el curso, hasta el 1 de abril, apenas podía
apoyarse en la pierna izquierda, con dolores continuos, que no le permitían
seguir los actos de la comunidad. El Obispo decidió que no se le admitiera a
las órdenes menores hasta que no estuviese totalmente curado. El 1 de abril
comenzó una novena a Ntra. Señora de La Salette, y su director espiritual a las
6 de la tarde le dio un frasco de agua de La Salette. A las siete andaba, subía
y bajaba corriendo las escaleras. La curación produjo una fuerte impresión en
todo el Seminario." -1 de Agosto de 1849.
Clemente,
Obispo de la Rochelle y de Saintes. "...oído el testimonio de muchos
personajes sobre la curación repentina de Madame Bonnet de una enfermedad
incurable, como consecuencia de una novena que hizo a Ntra. Sra. De La Salette;
examinado atentamente el proceso verbal pedido al Dr. M. Kemmerer, que
atestiguó la imposibilidad absoluta de dicha curación con los remedios humanos;
consultado nuestro Consejo e invocadas las luces del Espíritu Santo,
pronunciamos que no puede ser atribuida nada más que a una intervención
sobrenatural". -12 de enero de 1855. Una
preciosa basílica fue construida en el lugar de la aparición, seis mil pies sobre
el nivel del mar. En la actualidad junto a la basílica hay uncentro de acogida
a los peregrinos con alojamiento. Una nueva congregación de sacerdotes fue
fundada: "Sacerdotes misioneros de Nuestra Señora de la Salette"que
tienen casas y escuelas alrededor del mundo. Para fomentar su trabajo y
contribuir en la propagación de los mensajes de Nuestra Señora de penitencia,
una confraternidadfue fundada, y fue elevada casi instantáneamente a
Archicofradía. Una congregación de religiosas, las Hermanas de Nuestra Señora
de la Salette,fue establecida para ayudar a mujeres peregrinas y a los
enfermos. Muchos peregrinos llegan anualmente a la Basílica y con espíritu de
penitencia suben la montaña. Muchos milagros se dan en el cuerpo y en el alma
dependiendo de la devoción de los fieles y la gracia de Dios. Al preguntarnos
cual es el significado y la gracia derramada a la humanidad el 19 de
septiembre, de 1846, encontramos aspectos de la Palabra de Dios que son
recordados en el mensaje enviado del cielo a través de la Virgen de la Salette.
Gran
significado evangélico
"Para
ver y entender"
"Por
eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni
entienden" [Mateo 13, 13].
Antes
de hablar, la Señora se comunica con señales. María la madre de Jesús y madre
nuestra, irradia la luz de la resurrección. El brillo de su rostro es tanto que
Maximino es incapaz de mirarla permanentemente y a Melanie le deslumbra su
presencia. Su vestidura, como las de Cristo en la montaña el día de la
Transfiguración, de igual forma resplandece de luz. La luz procede del gran
Crucifijo que tiene sobre su pecho. Apareciéndose en la Salette, María
Santísima continúa llevando a cabo la misión que recibió al pie de la cruz:
tomar el sufrimiento y el dolor por nosotros para darnos vida en la Fe.
"pués nunca entre vosotros me precié de conocer otra cosa sino a
Jesucristo, y a éste crucificado". [1 Cor 2, 2].
El
crucifijo está entre un martillo y unas tenazas, los instrumentos de la Pasión.
De los hombros de la hermosa Señora cae una larga cadena, el símbolo bíblico
del pecado y de las injusticias cometidas por nosotros contra nuestros
hermanos. Paralelamente a las cadenas, en los bordes del chal, la hermosa
Señora tiene rosas de muchos colores. Esto nos recuerda al rosario. Desde
nuestras raíces humanas hasta la cruz y de la cruz a la gloria y al festín
celestial. También hay rosas alrededor de su cabeza, como una diadema de luz y
alrededor de sus pies. . "He arraigado en un pueblo glorioso, en la
porción del Señor, en su heredad. Como plantel de rosas en Jericó" [ Eclco
24, 12].
La
Constitución Gaudium et Spes (13) del Concilio Vaticano II, nos dice "De
ahí que el hombre está dividido dentro de sí mismo. Por eso toda vida humana,
individual o colectiva, se nos presenta como una lucha dramática, entre el mal
y el bien, entre las tinieblas y la luz. Más aún el hombre se encuentra
incapacitado para resistir eficazmente por sí mismo a los ataques del mal,
hasta sentirse como aherrojado con cadenas".
Escuchen
y pónganlo en práctica [Luc 6, 46. 8, 21. 11, 28. Sant 1, 25-27]
Por la
maternal caridad de la Virgen Santísima, Ella intercede, a Ella le importa y
continúa trayendo los dones de la salvación eterna a nosotros, hermanos de su
Hijo, quienes aún estamos peregrinando en esta tierra, rodeados de peligros y
dificultades hasta el día de entrar a la patria feliz.
La
Santísima Virgen habla el idioma de su pueblo. La Virgen Santísima es una
"hija de Israel" que vivió en una cultura específica. Ella se aparece
también comunicándose según la cultura de sus hijos. Hay una gran consonancia
entre su preocupación y el lenguaje del pueblo. En la Biblia, la Palabra de
Dios se manifiesta de una forma concreta en la historia del pueblo de Dios.
María como hija de Israel nos enseña a descubrir a través de los eventos y
situaciones de la vida, la presencia discreta de Dios quién "hace
maravillas" y quien "recuerda su amor a su pueblo".
Ella
nos llama a la conversión urgentemente. Por su inmenso amor, se preocupa por
nuestra indiferencia religiosa y por nuestros pecados, pero también por
nuestras problemas y esperanzas.
La
Virgen se sitúa en la tradición de los profetas. Un profeta es aquel a quien
Dios le confía la misión de hablar en su Nombre al pueblo, para revelar a este
pueblo en los eventos pasajeros de este mundo la llamada a un mayor amor. En la
Salette, la Virgen toma en cuenta la actual situación de las cosechas: el
trigo, las patatas, las uvas y las nueces. Ella empieza con la predicción
pesimista de los granjeros: hambruna y muerte infantil si el trigo continua
así. Dice que nosotros no prestamos atención y luego lanza el reto a cada alma,
"Así se convierten" Nos recuerda la llamada de Aquel que es la
Palabra: El reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva (Mc1:15),
y otra vez dice: No os preocupéis, busca primero el reino de Dios y su
justicia.(Mt. 6:33). En realidad es una llamada del Evangelio que quizá hemos
olvidado y la Virgen Santísima nos la recuerda. Analizando su discurso nos
damos cuenta de las grandes verdades encontradas en los Evangelios.
Todo se
conjuga en Cristo: Cristo crucificado y resucitado. El papel de María Santísima
respecto a todo creyente es unirnos a Jesús, en nuestras luchas, batallas y
sacrificios tenemos la oportunidad diaria de ser transfigurados en Cristo.
En el
Nombre de Cristo te imploramos [Juan 20, 31; Hech 4, 12]
La
Virgen Santísima, modelándose en Jesús resucitado, viene como mensajera de paz,
esa paz que es fruto del Evangelio vivido. La Virgen viene a implorarnos que retornemos
a Jesús. Nos pide también que, en unión con ella seamos mensajeros. La Buena
nueva necesita ser proclamada, oída y difundida.
La
Virgen dijo: "Si mi pueblo no quiere someterse..." En estos
tiempos modernos es difícil oír palabras de advertencia. Pero la Virgen no
viene a quitarnos la libertad ni para amenazar, sino para invitarnos a vivir en
el reinado y liderazgo de Cristo, en comunión con su voluntad. Esta sumisión la
cual es comunión con Dios es la que María, la humilde esclava del Señor, vivió
desde la Anunciación hasta la Crucifixión y Pentecostés. Y es por eso que todas
las generaciones la llamarán bendita [Luc 1, 48]. Nunca
podremos recompensar el dolor que la Virgen ha sufrido por nosotros, pero ello
es razón para responder lo más generosamente posible. "Por lo tanto,
ofrezcan todos los fieles súplicas insistentes a la Madre de Dios y Madre de
los hombres, para que Ella, que estuvo presente a las primeras oraciones de la
Iglesia, ensalzada ahora en el cielo sobre todos los bienaventurados y los
ángeles, en la comunión de todos los santos, interceda también ante su
Hijo" [Conc Vat II, LG, 69].
Reconcíliense
con Dios [cf. Mt 5, 23; Mc.11, 24; 2Cor 5, 18; Ef 2, 15]
Nuestra
Señora específica dos rechazos del pueblo: "Las dos cosas que hacen la mano
de mi Hijo tan pesada" son:
- El
irrespeto del Día del Señor. Esto nos lleva a recordar los dos primeros Libros
de la Biblia, el Génesis y el Éxodo, y a recordar que desde el principio los
cristianos celebran el domingo como día de la Resurrección. ¿Cómo damos honor
al Día que el Señor se ha reservado para El mismo? ¿Es realmente día de
reposo, día de asistir a la Santa Misa?
-
El
irrespeto al Nombre de mi Hijo. Los que utilizan el Nombre de Cristo por la
menor adversidad e imponen a Dios la responsabilidad de éstas, olvidándose así
de las propias. Cuando nos vemos asediados con toda clase de pruebas,
egoístamente nos cerramos en nosotros mismos sin esperanza. La Virgen viene a
recordarnos nuevamente "Santo es su Nombre", porque no hay bajo el
cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos [Hech 4, 12]. Y todo cuanto hagáis, de palabra y de obra, hacedlo todo en
el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre. [Col 3, 17]. (El
hombre), al negarse muchas veces a reconocer a Dios como su principio,
trastornó, además, su debida ordenación a un fin último y, al mismo tiempo,
dañó todo el programa trazado para sus relaciones consigo mismo, con todos los
hombres y con toda la creación. [Conc. Vat II, Gaudium et Spes,13].
Las
cosas que se corroen [cf. Mt 6, 19; Luc 12, 13; Sant 5, 3]
La
rebelión contra Dios, que significa "muerte de Dios en nosotros"
inevitablemente nos llevará a la muerte y a la ruptura armoniosa con el
universo. Esa ruptura es la causa de la corrupción. Para redimirnos de esos
males es que vino Nuestro Señor. En la Salette, la Virgen no nos saca de la
realidad, sino que al contrario, nos hace un llamado urgente a que reconozcamos
los peligros en que vivimos y nos abramos a la redención que ofrece su Hijo.
Las cosechas y patatas podridas, el trigo que se vuelve polvo, las nueces
vacías, las uvas en las viñas estropeadas, hambrunas y epidemias, todo ello es
causado por el pecado.
Nuestra
situación precaria y la duración restringida que nuestras vidas tienen sin
embargo un punto positivamente elevado, siendo estos motivos que nos llaman a
la propia conversión, retándonos al seguimiento de Cristo, viviendo hoy la
nueva vida que Él vivió hasta el Calvario. Esa es la fuente de nuestra
confianza. En esta tierra donde las dos terceras partes de la humanidad sufren
hoy de hambre y desnutrición, donde los derechos humanos son burlados, la
injusticia se encuentra a nuestra puerta, los riesgos de la destrucción
aumentan; que todo esto nos haga meditar los "signos de Dios" y nos
vuelvan a Él. Así actuaremos como verdaderos hermanos, en especial con
los menos afortunados.
Si se
convierten [cf. Ez 18, 30; 1R 8, 35; Mc 1, 15; Luc 15; Hech 2, 38, 3, 19]
La
llamada a la conversión está en el corazón del mensaje de la Salette. Todo se
dirige hacia ese fin: las lágrimas y el crucifijo, la luz y las rosas, las
actitudes de la Hermosa Señora, su caminar desde la quebrada hasta la cumbre,
pero sobre todo el discurso de la Virgen. "Regresen a Dios con todo su
corazón", El es la única fuente de vida.
La
ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de
Dios... en la esperanza de ser liberada de la corrupción para participar en la
gloriosa libertad de los hijos de Dios. [Rom 8, 19].
El camino
a la conversión: Tres puntos [Mt. 6, 5; Mc. 14, 32; Luc 18, 1; Jn 17]
- Oración
perseverante y profunda "¿Hacéis bien vuestras oraciones?" "No
muy bien, Señora" contestaron. Quizá también esa es nuestra respuesta. La Virgen
Santísima nos exhorta a orar diariamente, mañana y tarde. Velad y orad [Mt
26:41] La Virgen les indica lo mínimo, un Padrenuestro y un Ave María, pero les
urge ir más allá cuando puedan. Los discípulos de Cristo, perseverando en la
oración y alabanza a Dios [Hch 2, 42], han de ofrecerse a sí mismos como hostia
viva, santa y grata a Dios [Rom 12, 1], han de dar testimonio de Cristo en todo
lugar y, a quien se la pida, han de dar también razón de la esperanza que
tienen en la vida eterna [1Pe 3, 15]. (Conc Vat II, LG, 10).
-
Participación en la Santa Misa "Durante el verano solo algunas mujeres
mayores van a Misa". El participar juntos cada semana como cristianos en
la celebración de la Misa Dominical es una necesidad vital. La Palabra de Dios
nutre nuestra fe, el contacto con Cristo en la fracción del pan para un nuevo
mundo es fuente de dinamismo, la comunión con su Cuerpo entregado por nosotros
y su Sangre derramada nos recuerda que debemos estar listos para dar nuestras
vidas por otros y entonces hacernos partícipes, siendo fortalecidos en su
Espíritu. En el corazón de este mundo que pasa y al cual estamos todavía
ligados por nuestra ceguera e inercia, la Iglesia, en la celebración de la
Eucaristía, comprende y anuncia que el nuevo mundo, inaugurado por Cristo
resucitado, está realmente presente entre nosotros, y es necesario que seamos
sus testigos en nuestra vida cotidiana, a través de nuestra conducta individual
y como miembros de la sociedad. La necesidad eucarística entonces es fuente de
esperanza y de gozo que nadie nos podrá quitar [Luc 21, 14; Jn 13, 1. 20, 19-26].
- Recobrar nuestra dignidad actuando como cristianos. "Durante la Semana
Santa van a la carnicería como perros". Lejos de escandalizarnos, las
palabras de Nuestra Señora deberían traspasar nuestras conciencias. En las
Sagradas Escrituras, cuando al pueblo se le compara con los perros significa
que éste ha perdido el sentido de su dignidad [Fil 3, 2; Mt. 7, 6]. Qué realmente
hacemos con nuestra dignidad de hijos de Dios cuando desperdiciamos el
alimento, cuando menospreciamos los bienes que quizá otros necesitan? Para
recobrar nuestra dignidad debemos darnos cuenta que no solo de pan vive el
hombre y que los esfuerzos necesarios que hagamos para compartir nuestras
bendiciones con otros nos pone en comunión con el Hijo de Dios, de Quien se
deriva nuestra dignidad. "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de
estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" [Mt 25, 40]. Cada
año se nos presenta el maravilloso testimonio dado por Jesús durante su Pasión [1Tim 6] y es un recordarnos que nunca debemos "vender" nuestra
dignidad. El poder de la resurrección está entre nosotros obrando y haciéndonos
hijos de Dios. Entonces no puede haber nada que nos comprometa con la falsedad,
la injusticia, el dinero o el poder. No vivamos como perros sino que todos
nuestro ser y nuestros bienes estén a la voluntad del Padre, cueste
lo que cueste.
En la
finca de "Coins" [Jer 23, 24; Os 6, 1; Mt 28, 20; Luc 2, :29; 2Cor 6, 16].
La
Hermosa Señora hace mención a Maximino de un evento aparentemente sin
importancia. Una pequeña obra y una observación que había hecho su padre. Por
mucho tiempo el señor Giraud no había atendido a la iglesia y era realmente
indiferente a la religión. Cuando el 20 de septiembre escuchó el relato de la
Aparición, su reacción fue prohibirle a su hijo decir nuevamente esos cuentos
sin sentido. Días después, molesto por el ir y venir de las personas
interesadas en hacer preguntas a Maximino, lo amenazó con castigos severos.
"Pero, papá, Ella me habló de ti", exclamó el muchacho. Le recordó el
episodio de el trigo estropeado en la finca de Coins y el trozo de pan que le
había dado a su hijo de regreso a Corps. Así, como Maximino había olvidado el
incidente, de igual forma lo había olvidado su padre. El señor Giraud se
sorprende, pensaba que quizá había desterrado a Dios de su vida y ahora se da
cuenta, descubre que ni siquiera por un instante Dios cesa de percibir sus
esperanzas y ansiedades y en particular del temor de no tener más pan que darle
a su hijo. Este descubrimiento será el comienzo de una autentica conversión que
será intensificada más tarde con la milagrosa curación de su asma crónica.
Nosotros
nos podríamos preguntar si realmente estamos conscientes de la presencia de
Dios que nos acompaña a dondequiera que vayamos. Cuando compartimos el pan,
cuando lo distribuimos entre los hambrientos, dondequiera que se da vida, el
Padre está , pues El es la fuente de la Vida.
Dimensión
Misionera es Urgente [Mt 28, 18; Luc10, 1; Jn 17, 18; 20, 21; Rom 10, 13].
"Pues
bien, hijos míos, decid esto a todo mi pueblo". La dimensión misionera es
esencial para todo cristiano y Nuestra Señora nos lo recuerda. Cristo, nuestro
Señor vino a crear nuevas condiciones de vida, reconciliada con Dios y con el
prójimo. Debemos dedicar nuestro existir a realizar esta vida de reconciliación
en este mundo dividido en el cual nos encontramos. La Reconciliación es la
fuerza viva capaz de abrir el futuro a todas las gentes, renovando así los
lazos rotos o debilitados por el egoísmo y los temores. En este mundo donde
tantos trabajan, construyen, sufren y esperan, tengamos tan solo un tipo de
obsesión: obsesión misionera.
Son
muchos los peregrinos que se acercan a la Aparición de la Salette y suben la
montaña santa. Todos juntos y cada uno personalmente se siente llamado por la
Hermosa Señora que nos recuerda que Dios "rico en misericordia" está
presente en cada una de nuestras vidas.
¿Cómo
no hacer caso ante tanta ternura? ¿Cómo resistir el llanto incesante de aquella
que ora e intercede por nosotros sin cesar? Ella está junto a nosotros con su
atención maternal, en cada detalle y acontecimiento de nuestras vidas. En
nuestras luchas y penas, en nuestras decisiones y nuestras aflicciones diarias.
María Santísima, fiel a la misión recibida en el Calvario, nunca cesa de
recordarnos los medios que se nos han dado para regresar a su Hijo; pues sin Su
ayuda no podremos construir nuestras vidas o nuestro mundo. El rechazo de Su
gracia trae serias consecuencias. María, nuestra abogada y reconciliadora vino
a la Salette a recordarnos esta verdad.
Hemos
olvidado las verdades del Evangelio y al contemplar su aparición y el
profundizar en sus palabras nos debe mover a responder su llamado, aliviando su
dolor, secando sus lágrimas, retornando a Dios con todo nuestro corazón, a
través de su Hijo Jesucristo, Quien es el Camino, la Verdad y la Vida. El que
fue crucificado por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos para
nuestra salvación. Jesús, nuestra paz y reconciliación.
Conclusión
Los
mensajes de Nuestra Señora de la Salette para el mundo dados a Maximino y
Melanie en 1846 son importantes y actuales para nuestros días: "No ofendan
más a Dios (no pequen más) y hagan penitencia; sinó, terribles pruebas y
sufrimientos vendrán sobre el mundo". El mismo mensaje ha dado Nuestra
Señora en Lourdes y en Fátima: oración, penitencia y consagración a su
Inmaculado Corazón.
Melanie Calvat
Melania
nace en Corps el 7 de noviembre de 1831, en el seno de una familia numerosa. El
padre, Pedro Calvat, conocido por trabajar en un aserradero, se adapta de hecho
a toda oferta de trabajo. La madre, Julia Barnaud, tendrá de él diez hijos.
Melania es la cuarta. La pobreza es tal que a veces los pequeños son enviados a
mendigar. Muy joven, Melania es "colocada" para guardar vacas en casa
de los campesinos de los alrededores. Desde la primavera de 1846 hasta el fin
del otoño trabaja en la casa de jean-Baptiste Pra, de los Ablandins, uno de los
grupos de casas que forman la aldea de La Salette. El vecino de Pra se llama
Pedro Selme. Es él quien ha contratado - una semana solamente - al inquieto
Maximino para reemplazar a su pastor enfermo. Frente a este joven hablador,
Melania, tímida y taciturna, se mantiene reservada.
A pesar
de ello, los dos niños tienen algunos puntos en común...¡si se puede hablar
así! Nacidos en Corps donde residen sus familias, no se conocían debido a las
muy largas ausencias de la pastora. Los dos hablan el dialecto local y no
conocen más que algunas palabras de francés. Ni escuela ni catecismo, no saben
leer ni escribir. El padre de Melania está en constante búsqueda de trabajo. Su
madre está sobrecargada para sacar adelante toda la prole. No hay lugar para
los afectos, o muy poco.
Al día
de la Aparición, lo que caracteriza a Melania, como a Maximino, es la pobreza:
pobres de bienes, pobres de saber, pobres de afectos. El hecho también de que
son totalmente dependientes. Son "cera virgen" que el acontecimiento
va a marcar definitivamente con su impronta, siempre respetando sus caracteres.
Melania es, en efecto, muy diferente de su compañero. Ella vive con extraños y
no está con su familia más que durante los difíciles meses del invierno, cuando
se pasa hambre y frío. Nos es de extrañar que sea tímida y reservada "ella
no responde más que si o no", testifica su patrón Jean-Baptiste Pra. A
pesar de ello, contestará clara y simplemente a las preguntas concernientes al
hecho de La Salette. Permanece cuatro años con las Hermanas de la Providencia.
Tiene poca memoria y menos aptitudes incluso que Maximino para estudiar. Desde
noviembre de 1847, su directora temía ya que Melania "se aprovechaba de la
posición en que el acontecimiento la había colocado". Primero postulante y
luego novicia en la Congregación indicada, objeto de atenciones y deferencias
de numerosos visitantes, se apega a sus propios puntos de vista.
Por
esta razón, el nuevo Obispo de Grenoble, aun reconociendo su piedad y su
devoción, rehusa admitiría a la profesión religiosa "para formaría... en
la práctica de la humildad y de la simplicidad cristianas".
Lamentablemente,
Melania presta entonces atención a personas "inquietas y enfermas",
imbuidas de profecías populares y de teorías pseudo-apocalípticas y
pseudo-místicas. Quedará marcada para toda la vida. Para dar crédito a sus
afirmaciones trata de vincularlas al secreto que ha recibido de la Bella
Señora. Un examen, por poco atento que sea de lo que ella dice y escribe,
muestra las diferencias irreductibles con los signos y las palabras de María en
La Salette. Melania, sus problemas y sus fantasmas se convierten en el centro
de su discurso: a través de sus profetas arregla las cuentas con aquellos que
oponen alguna resistencia a sus proyectos, expresa su rechazo e la sociedad o
al ambiente que le crea problemas. Recrea un pasado imaginario donde son
exorcizadas las frustraciones de que ha sido víctima en su infancia.
En
1854, Mons. Ginoulhiac escribe: "las predicciones de Melania... no tienen
fundamento, carecen de importancia respecto al Hecho de La Salette... son
posteriores a ese Hecho y no tienen ninguna relación con él". En esta
óptica, Mons. Ginoulhiac proclama el 19 de septiembre de 1855, sobre la Santa
Montaña: "La misión de los pastores ha terminado, comienza la de la
Iglesia".
Desgraciadamente,
Melania proseguirá con sus divagaciones proféticas, orquestadas más tarde por
el talento fulgurante de léon Bloy, creando una corriente "melanista"
que se quiere vincular a La Salette pero que no tiene otra base que las
afirmaciones incontrolables de melania. Está a mil leguas de los fundamentos
históricos de la Aparición. En cuanto al contenido, a pesar de su barniz
religioso, no tiene prácticamente nada que ver con las verdades de fe de la
Iglesia, recordadas por María en La Salette. Se aparta del dominio de la fe por
lo inestable, discutible, y estéril de las creencias. Este género de literatura
aleja de la fe en lugar de favorecerla. En 1854, un Padre inglés lleva a
Melania a Inglaterra. Al año siguiente, entra en el Carmelo de Darlington, y
hace profesión temporal en 1856, pero sale en 1860. Otra tentativa con las
Hermanas de la Compasión de Marsella: después de una temporada en su casa de
Céphalonie (Grecia) y el paso por el Carmelo de Marsella, vuelve a la Compasión
por poco tiempo. Después de algunos días en Corps y en La Salette, se establece
en Italia, en Castellamare di Stabia, cerca de Nápoles. Allí permanece durante
siete años, escribe sus "secretos" y una regla para una eventual
fundación. El Vaticano pide al Obispo del lugar que prohiba este género de
publicaciones, pero ella busca obstinadamente otros apoyos y el imprimátur,
hasta el Jefe de Curla, Mons. Lepidi. Esto no representa una aprobación, ni
siquiera velada. La autoridad e al que Melania hace referencia no es
competente.
Después
de una estancia en Cannes, encontramos a Melania en Chalon-sur-Saône donde,
siempre en búsqueda de fundación, apoyada por el canónigo de Brandt d'Amiens,
se encuentra en pleito con Mons. Perraud, Obispo de Autum. La Santa Sede,
conocido el asunto, de la razón al Obispo. En 1892, regresa a Italia, cerca de
Lecce, después a Mesina en Sicilia, por invitación del canónigo Annibate di
Francia. Luego de algunos meses en el Piamonte, viene a establecerse en casa
del Padre Combe, párroco de Diou, en Allier, sacerdote apasionado por profetas
político-religiosas. Termina de escribir una autobiografía en paco novelesca,
en la que reintenta una infancia extraordinaria, mezclada de consideraciones
pseudomísticas, reflejo de sus propios fantasmas y de las quimeras de sus
comunicantes.
Los
mensajes que entonces lanza Melania y que quiere relacionar con La Salette no
tienen en verdad nada que ver con su primitivo testimonio sobre la Aparición.
Por otra parte, cuando se regresa con ella al hecho del 19 de septiembre de
1846, recobra la simplicidad y la claridad de su primer relato, concordante con
el de Maximino. y esto de una manera constante. Así sucede cuando pasa por la
Santa Montaña el 18 y 19 de septiembre de 1902.
Regresa
a la Italia meridional, a Altamura, cerca de Bari. Muera el 14 de diciembre de
1904. Descansa bajo una estela de mármol donde un pequeño bajorrelieve muestra
a la Virgen acogiendo a la pastora de La Salette en el cielo. Una cosa es
cierta: a pesar de todos sus extravíos, hay un punto sobre el cual Melania
jamás ha variado: el testimonio que con Maximino ha dado la tarde 19 de
septiembre de 1846, en la investigación llevada por Mons. Philibert de
Bruillard, retomada y confirmada por la de Mons. Ginoulhiac. Dentro de una vida
difícil, Melania ha permanecido pobre y piadosa, y fiel a su primer testimonio.
Maximino Giraud
Maximino
Giraud nace en Corps, el 26 de agosto de 1835. Su madre Ana-Maria Templier es
de la región. Su padre Germán Giraud procede de un cantón próximo. Maximino no
tiene más que diecisiete meses cuando su madre muere, dejando también una niña
de ocho años, Angélica. Poco después el señor Giraud se vuelve a casar.
Maximino va a crecer ocioso: el carretero Giraud se vuelve a taller o en la
baberna; su mujer no siente mucho afecto por este muchacho vivo, despreocupado,
que no le tira la casa prefiriendo vagar por las calles de Corps junto a las
diligencias y carruajes, o correr por los caminos con su cabra y su perro, el
niño es travieso, de mirada vivaz bajo espesa cabellera negra, y rápido en las
respuestas.
Durante
la Aparición, mientras la Bella Señora se dirigía a Melania, hacia girar su
sombrero sobre el extremo superior del garrote, o con el otro extremo lanzaba
piedras hacia los pies de la Bella Señora. "¡Ninguna la tocó!", responderá
con toda naturalidad a los investigadores. Cordial con los que se siente
verdaderamente amado, receloso cuando se le quiere forzar.
Su
adolescencia fue difícil. Durante los tres años siguientes al de la Aparición
pierde a su hermanastro Jean-François, a su abuela María Cort y su padre el
carretero Giraud. Es puesto bajo la tutela del hermano de su madre, el tío
Templier, hombre rudo e interesado. En la Escuela sus progresos son modestos.
La hermana Th~eele que cuidaba de él, le llama "el movimiento perpetuo".
Afirmado a esto las presiones ejercidas por los peregrinos y los curiosos. En
estas circunstancias, algunos iluminados legitimistas, partidarios de quien
decía ser hijo de Luis XVI, quieren utilizarle con fines políticos. Contra los
consejos del cura de Corps y sobrepasando la prohibición del Obispo de
Grenoble, llevan al adolescente a Ars. Al niño no le gusta su compañía, pero le
atrae la oportunidad de conocer la que, de entrada, trata a La Salette de
superchería y a los videntes de mentirosos. Durante la mañana del 25 de
septiembre de 1850, el cura de Ars está dos veces con Maximino, en la sacristía
y luego en el confesionario, pero no en confesión. ¿Qué ha podido contar el
adolescente exasperado? El resultado es que durante años el santo cura no
dejará de dudar y de sufrir. Después de la carta pastoral del 19 de septiembre
de 1851, él remitirá a sus interlocutores al juicio del Obispo. Pasarán varios
años antes de que él mismo dé su asentimiento, y encuentre la paz. En cuanto a
Maximino, a pesar de que nunca se ha desmentido sobre el hecho de La Salette,
se verá en dificultad para justificar su comportamiento.
Es
suficiente enumerar los lugares por donde ha pasado para saber hasta qué punto
este joven ha sido manejado. Del pequeño seminario de Grenoble (Le Rondeau) a
la Gran Cartuja, de Seyssin a Roma. De Dax y Aire-sur-Adour a Vêsinet, después
al colegio de Tonnerre, a Petit Jouy en Josas cerca de Versailles y a París.
Seminarista, empleado en un hospicio, estudiante de medicina, trabajador en una
farmacia, alistado como zuavo pontificio durante seis meses, después rescinde
el contrato y regresa a París. El periódico "La Vida Parisina" ataca
a La Salette y a los dos videntes. Maximino presenta una querella y obtiene una
rectificación. En 1866, publica el opúsculo "Mi profesión de fe sobre la
Aparición de Nuestra Señora de La Salette". Durante este periodo, el señor
y la señora Jourdain, matrimonio muy entregado en ayudarle, le aseguran cierta
estabilidad y pagan sus deudas aun a riesgo de arruinarse.
Maximino
acepta por entonces asociarse a un vendedor de licores que utiliza su
notoriedad para aumentar sus ventas. Maximino no obtiene ninguna ventaja. En
1870, es movilizado al fuerte Barrau en Grenoble finalmente regresa a Corps
donde vuelve a encontrar a los esposos Jourdain. Los tres viven pobremente,
ayudados por los Padres del Santuario con el acuerdo del Obispo. En noviembre
de 1874, Maximino sube al Santuario de La Salette, seria la última vez, y ante
un auditorio atento y emocionado, relata la Aparición como el primer día. El 2
de febrero de 1875, va también por última vez a la iglesia parroquial. La tarde
del primero de marzo, Maximino se confiesa, recibe la santa comunión y bebe un
poco de agua de La Salette para tragar la hostia. Cinco minutos más tarde,
entrega su alma a Dios. No tiene todavía cuarenta años. Sus restos descansan en
el cementerio de Corps, pero su corazón se encuentra en la Basílica de La
Salette cerca de la consola del órgano. Fue su última voluntad para marcar su
vínculo con la Aparición: "yo creo firmemente, aun al precio de mi sangre,
en la célebre Aparición de la Santísima Virgen sobre la Santa Montaña de La
Salette, el 19 de septiembre de 1846. Aparición que he defendido con palabras,
con escritos y con sufrimientos... Con estos sentimientos, yo dono mi corazón a
Nuestra Señora de La Salette".
Conocemos
por su mismo testamento que esta pobre no tenia más que legar que su fidelidad
a la fe de la Iglesia. El muchacho afectuoso e inestable que siempre ha sido,
finalmente encuentra, junto a la Bella Señora, el afecto y la paz de Dios.
El Secreto de La Salette
A pesar de la aprobación de la aparición de La Salette
por parte de Monseñor Philibert de Bruillard, obispo de Grenoble y quien tenía
la autoridad canónica para dictaminar el suceso; el Cardenal Luis Jacques
Maurice de Bonald, Arzobispo de Lyon, se mostraba opositor y no lo ocultaba (En
1848, fue uno de los primeros en saludar la Revolución de 1848, cuyo lema, Libertad,
Igualdad y Fraternidad, le pareció “favorable a los intereses de la Iglesia”)
(1).
Bonald, con engaños exigió que los niños le confiasen su
secreto, con el falso argumento de que tenía un mandato oficial del Papa. Los
niños accedieron a sus pretensiones, pero Melania, alarmada, recordó las
exigencias de la Virgen María, e insistió firmemente en que su texto, una vez
escrito, debería ser introducido en un sobre sellado y entregado directamente
al Papa. Bajo esta condición el obispo de Grenoble, envió dos representantes a
Roma, y el texto de los dos secretos privados se entregó al Papa Pío IX,
el 18 de julio 1851.
Maximino Giraud escribió su Secreto en el palacio del
obispo de Bruillard en Grenoble, el 3 de julio de 1851 por la tarde. El Obispo
de Bruillard estampó su sello en él y luego lo envió al Papa Pío IX. El sobre
sellado fue firmado por dos testigos a las 7:00 PM.
Al igual que el parcialmente oculto secreto de Fátima,
Maximino ya habla del castigo que sufrirán las naciones, en este caso de
Francia en particular: LA PÉRDIDA DE LA FE Y LA PERSECUSIÓN CONTRA EL PAPADO:
El 19 de septiembre de 1846, vimos a una bella
Dama. Nunca hemos dicho que esta Señora fuera la Virgen, sino que siempre
dijimos que era una bella Dama. No sé si es la Virgen María u otra persona. Yo ahora creo
que era la Santísima Virgen. Esto es lo que esta Señora me dijo:
Si mi pueblo continúa, lo que lo que os voy a decir
llegará más pronto, si cambia un poco, llegará un poco más tarde Francia
ha corrompido el universo, un día ella será castigada.
La Fe se extinguirá en Francia: tres partes de Francia ya
no practicarán la religión, o casi, la otra parte la practicará, sin
practicarla bien.
Poco después de esto, las naciones se convertirán, la fe
se reavivará en todas partes.
Un gran país del norte de Europa, ahora protestante, se convertirá: con
el apoyo de este país, todos los otros países del mundo se convertirán.
Antes de que todo esto suceda, grandes trastornos
llegarán, en la Iglesia y en todas partes. Poco después de
esto, nuestro Santo Padre el Papa, será perseguido. Su sucesor será un
pontífice que nadie esperará. Poco después de esto, vendrá una gran paz, pero no
durará mucho tiempo. Un monstruo vendrá a perturbarla.
Todo lo que digo llegará en el siglo siguiente o a más
tardar a los dos mil años.”
Maximino Giraud (Ella me dijo que lo dijera poco
tiempo antes). Padre Santo, su bendición a una de sus ovejas, Grenoble, 3 de
julio de 1851.
Melania Calvat escribió su propia versión del Secreto el
3 de Julio, separadamente, en Corenc, en el convento de las Hermanas de la
Providencia. Lo selló a las 10:00 A.M., y fue llevado al Palacio del Obispo de
Grenoble. Pero al día siguiente, ella consideró que no se había expresado bien
respecto a los infortunios que caerían sobre dos ciudades (París y Marsella):
éstos parecieron como simultáneos, siendo que fueron sucesivos. El Canónigo
Rousselot la hizo reescribir el Secreto el 6 de julio, luego el ingeniero
Dausse la llevó al obispo, donde Bruillard leyó el nuevo documento antes de
sellarlo.
Al igual que Maximino habla del castigo que sufrirán las
naciones, LA PERSECUSIÓN CONTRA EL PAPADO y añade el NACIMIENTO DEL ANTICRISTO,
HIJO DE UNA MONJA:
Secreto que me dio la Santísima Virgen en la Montaña de
La Salette el 19 de septiembre 1846.
Secreto:
“Melania, te diré algo que no le dirás a nadie: ¡El tiempo de la ira de Dios ha llegado! Si cuando le hayas dicho a la gente lo que te he dicho y
lo que te diré aún, si, después de eso, no se convierten, (si no hacen
penitencia, si continúan trabajando el domingo, si continúan blasfemando el Santo Nombre de Dios), en una palabra, si la faz de la
tierra no cambia, Dios tomará venganza contra el pueblo ingrato y esclavo del
demonio.
¡Mi Hijo manifestará su poder! París, esta ciudad
manchada con toda clase de crímenes perecerá infaliblemente. Marsella será
destruida en breve tiempo. Cuando sucedan estas cosas, el desorden será
completo sobre la tierra. El mundo se abandonará a sus pasiones impías.
El Papa será perseguido de todas partes, le dispararán,
querrán matarlo, pero no podrán nada contra él, el Vicario de Dios triunfará
aún esta vez.
Los sacerdotes y las religiosas, y los verdaderos
servidores de mi Hijo serán perseguidos, y muchos morirán por la fe de Jesucristo. Una hambruna reinará simultáneamente.
Después que todas estas cosas hayan sucedido, muchas
personas reconocerán la mano de Dios sobre ellas, se convertirán y harán
penitencia de sus pecados. Un gran rey ascenderá al trono, y reinará durante algunos
años. La religión florecerá y se extenderá por toda la Tierra y la fertilidad
será grande, el mundo, contento de no carecer de nada, recomenzará sus
desórdenes, abandonará a Dios y se entregará a sus pasiones criminales. Entre los ministros de Dios y las Esposas de Jesucristo,
hay quienes se entregarán al desorden, y esto será lo más terrible.
Finalmente, un infierno reinará sobre la Tierra. Será
entonces cuando nazca el Anticristo de una religiosa: ¡Desgracia a ella! Muchas
personas creerán en él, porque se dirá venido del cielo, ¡desgracia a aquellos
que le crean! El tiempo no es lejano, no pasarán dos veces 50 años.
Hija mío, no dirás lo que acabo de decirte (no se lo
dirás a nadie, no dirás que debes decirlo un día, no dirás nada que concierna a
esto), finalmente, ¡no dirás nada hasta que yo te diga que lo digas!
Ruego a nuestro Santo Padre el Papa que me dé su santa
bendición.
Melanie Mathieu, pastora de La Salette.
Grenoble, 6 de julio de 1851.
Fuentes